Tres mujeres en tres ciudades distintas cuentan lo que vi(vi)eron el 8 de marzo en el Paro Internacional de Mujeres.
#8M Córdoba / por Agostina Coirini, fotos de Fer Bazán
Son casi las 19 y llego al centro en un colectivo que se desvía porque la avenida ya está cortada. Toco el timbre y un grupo de chicas se para detrás mío; una lleva un pañuelo al cuello que dice “Feminista”. Estamos todas ansiosas, queremos bajar rápido, llegar: sabemos que algo importante ocurre y queremos estar ahí.
Las banderas se extienden a lo largo de la avenida Colón. Son decenas las organizaciones que forman parte de la marcha y miles las mujeres que avanzan. Hay colores y más colores: las de un grupo tienen pintado un antifaz, las de otro, una peluca rosa. Muchas cantan y bailan y prenden bengalas. Otras simplemente salieron de su casa con el mate y acompañan despacio.
Fuimos más de 80.000 las mujeres que marchamos el jueves por las calles de Córdoba, conscientes de que a cada paso estábamos haciendo historia, y que el reclamo por nuestros derechos sigue más fuerte y vigente que nunca. “Este #8M, Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, las Mujeres, Tortas, Travas y Trans paramos. Somos feministas y hacemos temblar el mundo”, dice el documento de la Asamblea Ni una Menos Córdoba.
Y ese documento no miente: la ciudad entera tembló al ritmo de los bombos feministas.
La marcha fue una verdadera fiesta de lucha, una celebración de la unidad y de la fortaleza de las mujeres en la segunda provincia con mayor índice de femicidios del país. El reclamo por #NiUnaMenos creció en Córdoba con la potencia de un colectivo organizado para marcar una agenda propia y poner sobre la mesa las problemáticas que nos atraviesan a todas como mujeres, travestis y trans.
El 8M las cordobesas dijimos: “Si nuestras vidas no valen, ¡produzcan sin nosotras!”, y exigimos medidas contra el ajuste, las violencias y las desigualdades, de las que los gobiernos son los primeros responsables. El reclamo por el aborto legal, seguro y gratuito fue una de las principales consignas y el verde de los pañuelos que simbolizan esa lucha inundó las calles de la marea feminista.
Caminar con esas miles de mujeres las diez cuadras que unen avenida Colón y Cañada con Patio Olmos, el epicentro de las movilizaciones en la ciudad, fue encontrar fortalezas, alegrías, abrazos, puños en alto y sobre todo reconocer la necesidad de estar: solas, con amigas, compañeras, hijos, mascotas. Como sea, estar. Y gritar hasta el cansancio:
«¡Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ves, abajo el patriarcado que va a caer!”.
#8M Buenos Aires / fotos de Dina Cantoni
#8M Rosario / por Cocó Muro
Camino por la vereda, la calle hoy llega hasta la vereda. Voy por el boulevard, a contramano. Estoy en Rosario y no conozco a nadie, pero distingo las banderas, las consignas, los colores verde y violeta. Me río con un cartel que dice: “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios”.
En todas partes, el 8 de marzo las mujeres reclamamos igualdad de oportunidades, nos manifestamos contra la violencia machista y exigimos políticas de salud pública para que decidir sobre nuestros cuerpos no sea un delito. El 8 de marzo dejó de ser “el día de la mujer”: ahora es el Paro Internacional de las Mujeres. Ni flores, ni bombones, salimos a la calle porque es urgente y no hay tiempo para romantizar la lucha.
Es ahora.
A las 18 se llena la plaza San Martín. El aire está cargado, hace calor y se levanta tierra. Caminamos durante más de dos horas: por Santa Fe hasta Boulevard Oroño, doblamos en Pellegrini, luego en Corrientes y de vuelta por Santa Fe hasta el Monumento a la Bandera Feminista.
En un kiosco, somos muchas comprando agua, alfajores y turrones para llevar. Un chico que pide un pancho nos dice: “Feliz lucha, chicas”, asintiendo con la cabeza y mirándonos a cada una. Todas le respondemos “Gracias”. Alguien me había comentado el día anterior que las chicas de una y otra organización están peleadas, que en Rosario había mucha interna feminista. Qué se meten, pienso ahora. Precisamente: se llama interna.
En Rosario no conozco a nadie, pero somos todas y marchamos bien juntas.