La cultura vasca se sumerge en Latinoamérica en los orígenes de la conquista pero también en el desenlace de la liberación. A veces un solo apellido puede contener a ambas.
Para mí que en buena parte de Latinoamérica tenemos tan incorporada la cultura vasca que ni siquiera nos damos cuenta. El origen de los apellidos –aún con sus debates– puede ser un buen dato. Por ejemplo, se ha dicho que Allende, Duarte, Guevara y Bolívar son apellidos de origen vasco. En la izquierda deberíamos saberlo; yo me acabo de enterar. Bolívar, de hecho, venía de una familia de Bizkaia, una de las tres provincias de País Vasco cuya capital es Bilbao.
De allí, de un pueblito que se llama Bolibar precisamente, parece que salió Simón Bolívar, el viejo –trastarabuelo del libertador– para llegar a América. Bolibar significa, en euskera, “vega del molino” y “Jauregui-Bolivar” significa “El palacio de Bolívar”. Presumiblemente, ambos apellidos implicaban tanto la propiedad de la vega como del palacio.
Pero parece que el viejo Bolívar no era dueño ni de una ni de otro: era herrero, y por eso su apellido era Rementería (de errementari, que significa herrero). No obstante, como se ve que eso no garpaba mucho en la América colonial, cuando pisó tierra firme decidió llamarse Bolívar, a secas.
Pienso que, de haber sabido que su nieto iba a liderar la liberación de buena parte de América, quizás hubiese preferido llamarse Rementería, para realzar en él a aquellos que, con sus golpes de fuego, habían forjado la humanidad durante milenios sin ser noticia para nadie.