Húngaro de origen judío, socialista y exiliado, el fotógrafo de la guerra fue también una mujer de la que Robert Capa se enamoró.
Por Marina Filippa
«Indochina, Capa salta del Jeep, dos pies se arrastran por la carretera / a la foto, a registrar carne y guerra», son las primeras líneas de la canción de la banda Alt-J que relata, en palabras, las últimas imágenes de la azarosa vida de Endre Ernő Friedmann, más conocido como Robert Capa.
El joven Endre, de tendencias socialistas, abandonó su Hungría fascista en 1930, tras participar en una de las tantas protestas contra el régimen. Un poco porque no estaba de acuerdo con la situación política y otro poco porque no le quedaban muchas opciones.
«En la plaza del cuartel, el jefe de la policía silbaba la quinta sinfonía de Beethoven mientras golpeaba a muchachos con el cabello muy largo. Yo tenía 17 años y el cabello muy pero muy largo. La mañana siguiente el comisionado llamó a mi madre y le dijo que si abandonaba Hungría en veinticuatro horas, ciertas preguntas no serían formuladas.»
Vivió en Alemania y Francia e hizo de fotógrafo para una revista cubriendo las movilizaciones del Frente Popular. Con su natural audacia, logró colarse en el discurso de León Trotsky en Copenhague, esas instantáneas se harían famosas.
En París conoció a la alemana Gerda Taro, de origen judío, como él. Se hicieron inseparables y se colgaron al cuello las cámaras para salir a capturar cuanto enfrentamiento bélico hubiera, vendiendo luego las fotos a los medios editoriales. El dinero que obtenían no era el esperado y estaban determinados a seguir trabajando de forma independiente, así que idearon el ardid: inventaron un personaje ficticio de origen norteamericano que permanentemente «se ponía en contacto» con ellos. Un obsesivo que jamás abandonaba el frente de combate, sea cual fuere. Todo el teatro les salió bien y lograron obtener mayor rédito por las imágenes. Con Friedmann como su agente y Taro como su secretaria, era aquella excéntrica figura la que firmaba cada fotografía. Al haber unificado criterios para el trabajo y al compartir la misma visión de la guerra, en el futuro se hizo difícil identificar la autoría de la producción de uno u otro. Eran compañeros y eran un equipo: los dos juntos eran Robert Capa.
«Si tus fotos no son buenas es que no te has acercado lo suficiente» reza su inmortalizada frase y, por supuesto, ambos murieron mientras se acercaban lo suficiente. Taro durante el repliegue del ejército republicano en la Guerra Civil Española, y Friedmann —muchos años después— durante el avance francés en la guerra de Independencia de Indochina. Él, sin embargo, alcanzó a vivir lo suficiente como para crear lo que habían planeado juntos. Fundada en 1947, Magnum Photos es la primera agencia cooperativa para fotógrafos independientes de cualquier nacionalidad que, además, reconoce los derechos de autor de cada imagen publicada.
Amor, demencia, estupor, crueldad, esperanza, resistencia, son el pigmento base del testimonio visual que nos deja Robert Capa. Tras veintidós años de fotografiar el suicidio de la razón a través de las conflagraciones que moldearon a golpes el tremendo siglo XX, sus fotos, silenciosas, nos muestran la irreductibilidad del espíritu humano y nos cuentan que la violencia jamás puede ser arte.
«No rocíes en tus ojos, yo he rociado tu ser en los míos» dice la canción al terminar. Es él usando una expresión fotográfica, una doble metáfora para decirle a ella que lo espere. Quizá sea una referencia a que, cuando se ha visto de cerca algo sustancial, ya no se puede volver atrás.
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