Inventar un idioma universal puede ser la locura intangible más ambiciosa de la historia. Hace un siglo fallecía el hombre que la llevó a cabo.
Hace un siglo, a los 57 años, fallecía el creador del idioma artificial más difundido del mundo.
Ludwik Lejzer Zamenhof, de seudónimo «Doktoro Esperanto» (el Doctor que Espera o Esperanzado), fue un oftalmólogo polaco de origen judío que desde muy joven diseñó y perfeccionó una de las pocas lenguas planificadas de la historia. Entendía que si la humanidad toda pudiera incorporar un segundo idioma de carácter universal, lograría superar la intolerancia que muchas veces nace de los nacionalismos exacerbados. La imposibilidad de acceder a un conocimiento integral de las demás culturas, decía, radica en no poder conversar con las mismas palabras.
Esta no es la primera lengua artificial planteada en forma completa. Ni es la única que nació del deseo de hermanar a los pueblos. Descartes, Komensky y Leibniz propusieron idiomas basados en la lógica matemática. Pero sus proyectos resultaron ser poco prácticos. Hubo muchos otros, como por ejemplo el Orba, que demandaba un intenso trabajo para aprender sus reglas; el Carpophorophilus, innecesariamente complejo; el Solresol, un idioma “musical” con el que se podía hablar cantando en sonidos o tocando un instrumento musical (sus palabras se formaban con siete sílabas equivalentes a las siete notas musicales).
«La imposibilidad de acceder a un conocimiento integral de las demás culturas, decía, radica en no poder conversar con las mismas palabras».
Las historias futuristas y de fantasía también tuvieron sus aportes. Tolkien, que vivió de cerca de la masacre de la guerra, inventó un idioma de nombre Sindarín, hablado por elfos, seres hermosos de gran sabiduría y poder. El Klingon (de la serie Star Trek) pertenece a una raza alienígena que eventualmente se hizo aliada de los humanos. El Na’vi (de la película Ávatar) es la lengua de una civilización que basa sus costumbres y tecnología en la comunicación espiritual con las plantas y animales de su planeta.
A Zamenhof le tocó nacer en un país que tiene una relación profunda con la esperanza. Al igual que otras ─hoy─ repúblicas de la zona, Polonia estuvo largamente «enferma de geografía». Ubicada entre imperios, fue partida y repartida, ocupada e invadida. Para sus habitantes, mantener la sola existencia dentro del mapa de Europa del Este fue una epopeya. De hecho, ese «del Este» implica una categoría política e ideológica que ha venido apartando del resto de Europa a un conjunto de países. Tanto que hasta en nuestro globalizado siglo XXI, en general, se desconoce cuáles y cómo son los pueblos que la componen.

Por aquellos días, la población de su ciudad natal, Białystok, era una mezcla de razas y nacionalidades enfrentadas entre sí. Su padre era profesor de geografía e idiomas modernos. Probablemente, la idea de crear una lengua internacional le surgió aún siendo niño, ante el espectáculo de actos violentos que presenciaba a diario. Humanista, estudió idiomas en Varsovia y se hizo políglota. Entendió que una lengua común para todos debía ser sencilla de aprender, así que hizo pruebas con las gramáticas que conocía. Tomó la del inglés, por su simplicidad, y la redujo aún más. Luego, a partir de idiomas romances, trabajó la fonética y la ortografía. Finalmente, armó un sistema modular con afijos (prefijos, sufijos e infijos) y raíces de diferentes idiomas naturales y así solucionó lo referido al vocabulario.
Tenía diecinueve años cuando propuso y discutió su proyecto entre los compañeros de bachillerato. La idea generó gran entusiasmo y avanzó. La celebraron con un breve himno:
Malamikete de las nacjes,
Kadó, kadó, jam temp’ está!
La tot’ homoze en familje
Komunigare so debá.
(Enemistad entre las naciones,
Que caiga, que caiga, ya llegó el tiempo.
Toda la humanidad, como una sola familia,
Debe de unirse.)
«Tenía diecinueve años cuando propuso y discutió su proyecto entre los compañeros de bachillerato. La idea generó gran entusiasmo y avanzó».
Jóvenes e idealistas, no lograron que se los tome en serio. La cuestión provocó burlas y eventualmente el apasionado Zamenhof perdió a sus seguidores. Por ese motivo, cuando ingresó a la universidad evitó toda referencia sobre el tema.
Durante los siguientes siete años, mientras traducía y escribía en prosa y en verso, trabajó y puso a prueba la estructura del Esperanto, hasta que en 1887, finalmente, estuvo listo.
Presentarlo en público no era sencillo: se necesitaba tiempo y dinero. En esos años, aunque no le resultaba muy lucrativo, visitaba entre 30 y 40 pacientes por día. Firme en su ideal, encontró la ayuda necesaria en su futura esposa, Clara. Tras una vana búsqueda de algún editor lo suficientemente arriesgado para aquel delirio, el padre de su prometida le facilitó un préstamo. Pero hubo nuevas trabas: el manuscrito quedó retenido en algún escritorio de las autoridades rusas. En aquel régimen, cualquier cosa escrita con la intención de ser divulgada públicamente pasaba por un estricto control. Por suerte, al cabo de unos meses, fue declarado inofensivo.
La publicación tuvo su primera «tirada» en Varsovia en 1887. El título en ruso fue Mezjdunarodnyj Jazyk (Idioma Internacional) y apareció bajo el seudónimo con el que hoy se conoce el nombre de esta lengua.
Ese mismo año aquel Unua Libro (Primer Libro) se editó en otros idiomas, pero el progreso era muy lento. En estrecha colaboración con Clara, Zamenhof continuó promocionando la obra: escribió numerosos artículos y envió su libro a periódicos y revistas de diferentes países.
De a poco, el matrimonio Zamenhof empezó a recibir correspondencia, alguna incluso escrita en la lengua que el Dr. Esperanto había creado, y se formó un movimiento con grupos en diferentes ciudades de Europa. El mismísimo León Tolstoy otorgó prestigio a la causa, tras citar al nuevo idioma en varios de sus artículos. Dijo: «Son tan pequeños los sacrificios que todo hombre de nuestro mundo moderno tendrá que imponerse para aprender el Esperanto, y tan grandes los beneficios que puede alcanzar, que nadie se debe sustraer a hacer este estudio». También tuvo el impulso de pedagogos y librepensadores, y de otras figuras como el catalán Francisco Pi y Margall, presidente del Poder Ejecutivo de la República Española, quien escribió: «Nosotros, que tanto quisiéramos ver abatidas las fronteras de los pueblos, no vacilamos en recomendar el estudio del Esperanto a todos los hombres de inteligencia y de corazón, que de veras amen el progreso intelectual y moral de los pueblos».
«De a poco, el matrimonio Zamenhof empezó a recibir correspondencia, alguna incluso escrita en la lengua que el Dr. Esperanto había creado».
Se creó una publicación mensual, La Esperantisto, permitida solo en Alemania aunque más de la mitad de sus suscriptores fueran rusos. En las páginas del primer número aparecía un editorial en alemán, francés y esperanto. El propio Zamenhof agregó un poema propio, firmado con el seudónimo Amiko (amigo). En los siguientes números, las noticias del movimiento esperantista compartieron espacio con la exposición de la gramática fundamental de esa lengua.
En 1890 Zamenhof se hizo cargo de la publicación. No era tarea fácil sostenerla: el déficit económico era permanente. Sin embargo, ese no era el problema principal. En las ideas liberales que acompañaban la utopía de un idioma universal, subyacía una amenaza al orden de la época: así fue que lo prohibieron. Pero eso le otorgó un halo de rebeldía y de lucha contra la tiranía: dejó de ser una idea inofensiva para convertirse en un símbolo y en una posible arma contra la opresión.
La propagación del idioma no cesó. Y las publicaciones tampoco. En Suecia, se empezó a imprimir otro periódico en Esperanto y, desde entonces, no dejaron de aparecer revistas, diarios y artículos, tanto periodísticos como de interés general o divulgativos.
En 1905, en el primer Congreso Internacional de Esperanto, apareció un ─siempre tímido ante el público─ Zamenhof que dijo: “Reconozcamos la importancia del acto de hoy en la ciudad hospitalaria de Boulogne. No se trata de una reunión de ingleses con franceses, de rusos con polacos; es una reunión de hombres con hombres”. Cuatro años más tarde, tras el congreso anual de Barcelona de 1909, el rey de España, Alfonso XIII, nombró a Zamenhof comendador de la Orden de Isabel la Católica.
A la par de Zamenhof, Johann Martin Schleyer, un sacerdote alemán, había creado otra lengua artificial que también estaba siendo divulgada, el Volapük. La popularidad de ambas aumentó en paralelo, pero el Esperanto prevaleció debido a su sencilla gramática y a la flexibilidad con la que su creador había ido haciendo cambios a lo largo de los años, siempre abierto a pruebas y opiniones y renunciando expresamente a todo derecho particular sobre ella. No es el caso de Schleyer, quien consideraba el Volapük una propiedad suya y se mantuvo cerrado a modificaciones y críticas, lo que terminó con la escisión y posterior desintegración del movimiento. En la actualidad, está prácticamente muerto.
El congreso internacional esperantista del año 1914 tendría lugar en París. El matrimonio Zamenhof estaba en camino, cuando se declaró la guerra. La reunión, que a esa altura ya había convocado a representantes de más de cincuenta países, se suspendió debido a las circunstancias bélicas.
Nominado al premio Nobel de la Paz, el creador del Esperanto quedó recluido en Varsovia y murió tres años más tarde.
«Ni cerca estamos de imaginar el estupor y la desmoralización con la que vivió esos últimos años, en medio de una ensangrentada Europa que enterró generaciones de jóvenes en el barro de las trincheras».
Ni cerca estamos de imaginar el estupor y la desmoralización con la que vivió esos últimos años, en medio de una ensangrentada Europa que enterró generaciones de jóvenes en el barro de las trincheras. El desarrollo fuera de control de una Gran Guerra mal terminada se repitió en la demencial Segunda Guerra Mundial, en la que los hijos de Zamenhof perecieron bajo el régimen Nazi que eliminó casi la totalidad de la población judía de la golpeada Polonia.
El mundo actual es muy diferente y el acceso al aprendizaje de una segunda lengua, no por necesidad sino por placer, es cosa común en los países desarrollados. Existen avanzados estudios lingüísticos y hoy la ciencia plantea que manejar más de un idioma incrementa las habilidades cognitivas no relacionadas al lenguaje.
Quizá algún día alcanzaremos ese tipo de hermandad que trasciende los nacionalismos. Entonces, el sueño de Zamenhof dejará de vivir eternamente confinado a las comprobaciones que hacen las neurociencias o a las razas no humanas imaginadas por la ciencia ficción.
Muchas gracias por este artículo sobre un hombre que admiro y un idioma que amo y uso a diario. Se nota que se ha informado adecuadamente y ha evitado mitos y prejuicios que frecuentemente se leen sobre el Esperanto. Si aún no lo ha hecho, la invito a que hojee algún curso de esperanto: tengo la esperanza de que la contaremos entre nosotros.
Koran dankon pro ĉi tiu artikolo pri homo kiun mi admiras kaj lingvo kiun mi amas kaj uzas ĉiutage. Evidentas ke vi trafe informiĝis kaj evitis mitojn kaj antaŭjuĝojn kiujn oni kutime legas pri Esperanto. Se vi ankoraŭ ne faris tion, mi invitas vin foliumi kurson pri Esperanto: mi esperas ke ni trovos vin inter ni.
Dankon pro via komento. Mi dividas la senton. Mi komencas studi baldaŭ!