La España de los años 30 no era el mejor lugar para que un hombre amase a otro hombre. Juan Ramírez de Luca ocultó su romance con Federico García Lorca hasta poco antes de morir, pero decidió guardar en una caja de madera la memoria de aquel amor interrumpido por la dictadura fascista.
Por Patricia Morante
Ilustración: Maxi Falcone
¿Por cuánto tiempo se puede guardar un secreto? La sola idea de mantener a raya la intimidad frente a la opinión pública —más cuando esa intimidad incluye nombres conocidos y cuando existe la tentadora posibilidad de contarla hasta en redes sociales— parece hoy un acto arcaico y admirable. Ese fue el caso de Juan Ramírez de Lucas, el periodista y crítico de arte nacido en 1917 en Albacete, que prefirió callar su romance con Federico García Lorca hasta poco antes de morir. Lo que Ramírez de Lucas tenía para contar excedía ampliamente el morbo de un romance homosexual en la convulsionada España de la Guerra Civil. Su relato, guardado en una caja de madera con poemas, dibujos, cartas y hasta un diario, ha sido un aporte de gran valor para los estudiosos de la obra de García Lorca.
El legado que Ramírez de Lucas dejó a su hermana —una caja llena de recuerdos— sirvió además para que el escritor Manuel Francisco Reina documentara su novela Los amores oscuros. Allí recrea la relación entre García Lorca y Ramírez de Lucas desde la tarde en que se conocieron hasta los últimos días del periodista. Manuel Francisco Reina expresa con vehemencia la intención de su novela: «¡Que se acabe la vergüenza! Ya es hora de descorrer este velo de silencio que, por absurdas cuestiones morales, lleva a la gente a destruir papeles históricos aun en estos tiempos en los que hay libertad de expresión».
El autor afirma que este libro debe leerse como un homenaje a todos los amores oscuros. Reconoce, tres cuartos de siglo después de la muerte de Lorca, que las cosas han cambiado un poco: «Antes todos eran conservadores. Los padres de Ramírez de Lucas porque eran muy católicos, pero los propios padres de Lorca también eran conservadores aunque votaran socialista; su madre apenas le hablaba y su padre mantenía con él una relación muy protectora. Eso ha ido cambiando pero todavía nos encontramos cada día con destellos homófobos (…) Lorca fue un defensor de la libertad».
No es difícil de entender que en la dura posguerra española muchas familias prefirieran deshacerse de todos aquellos documentos que pudieran comprometerlas. El temor a ser detenido o encarcelado era tan fuerte que a nadie se le ocurría guardar o esconder pruebas incriminatorias en cuanto a sexualidad o a ideologías. Ramírez de Lucas, en cambio, siguió el camino más difícil: a pesar del silencio de más de setenta años, eligió guardar en una caja la memoria de su gran amor de juventud, el poeta Federico García Lorca.
«En vano espero tu palabra escrita»
¿Qué tiene de extraordinario hoy en día una pareja homosexual? Nada, gracias a Dios —por meter una frase hecha— y gracias a la lucha que se lleva desde hace años para que nuestra atención se centre en los verdaderos escándalos. Sin embargo, según en qué contextos el amor entre personas del mismo sexo puede dar escalofríos. Por ejemplo, situarlo en la Uganda actual —donde existe una Ley Antihomosexualidad—, en la Alemania nazi o en la Guerra Civil Española.
Juan y Federico se conocieron en la convulsa Madrid de 1934 y ese no fue un buen momento. Allí mantuvieron su idilio de espaldas a sus familias, marcadamente conservadoras. Juan era un joven culto y atractivo que soñaba con ser actor y Federico prometía llevarlo por los teatros del mundo. García Lorca ya se había convertido en un autor de éxito y su situación en Madrid se hacía cada vez más peligrosa. Si bien detestaba la política partidaria, sus numerosas declaraciones sobre la justicia social o su amistad con personajes de izquierda como Margarita Xirgu y el ministro socialista Fernando de los Ríos, lo convirtieron en un personaje odiado por la derecha. Sus amigos le advirtieron del peligro que corría, y fue entonces que Juan y Federico decidieron viajar a México. Ramírez de Lucas, con diecinueve años, no contaba todavía con la mayoría de edad y debía pedirle permiso a su familia para poder salir del país. Por eso se despidieron en la estación de Atocha: Juan iría hacia Albacete y Federico hacia Granada para despedirse de sus padres.
Desde ese último abrazo en Madrid, nada salió bien para ellos. Juan fue amenazado por su padre con poner el asunto en manos de la Guardia Civil si intentaba salir de Albacete sin su autorización: lo había mandado a Madrid para estudiar Administración Pública, no para ser actor. Uno de sus diez hermanos, Otoniel, que era miembro de las Juventudes Socialistas y el único que conocía su doble vida, trató de interceder por él. Pero fue en vano. Simultáneamente, desde la Huerta de San Vicente en Granada, Lorca telefoneaba animándole a que fuera paciente y comprendiera a su familia. Pensaba que se impondría la razón y acabarían entendiéndolo. En la última carta que recibió, fechada el 18 de julio de 1936, Federico le dice:
«Conmigo cuentas siempre. Yo soy tu mejor amigo y te pido que seas político y no dejes que el río te lleve. Juan: es preciso que vuelvas a reír. A mí me han pasado también cosas gordas, por no decir terribles, y las he toreado con gracia».
Luego sucedió la infamia. Una historia que aún hoy cuesta digerir. Lorca fue arrestado y fusilado. El asesinato del poeta dejó a Ramírez de Lucas sumido en un profundo dolor que no hizo más que aumentar con el paso de los años.
Juan Ramírez de Lucas trató de limpiar su pasado ingresando en la División Azul, la fuerza de unidad de voluntarios españoles que sirvió a Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Luego regresó a Madrid y pudo rehacer su vida.
En 1955, el escritor Agustín Penón —que estaba exiliado en Estados Unidos— viajó a Granada para investigar la muerte de Lorca. Él fue el único que descubrió la relación entre Lorca y Ramírez de Lucas. Dejó constancia de ello en sus anotaciones, publicadas luego de su muerte por el hispanista lorquiano Ian Gibson y recogidas también por la escritora granadina, amiga de Penón, Marta Osorio. La mención sobre el amante de Lorca en las anotaciones de Agustín Penón apenas fue de unas pocas líneas perdidas entre cientos de páginas. Juan Ramírez de Lucas alentó ese anonimato al no contestar a los requerimientos de ninguno de los estudiosos. Perdido en el ruido de una gran ciudad, recurrió al poeta Luis Rosales, gran amigo de Lorca, para que lo ayude a entrar en el diario ABC. Allí comenzó su carrera como crítico de arte y arquitectura para seguir desarrollándola en otros medios especializados.
¿Por cuánto tiempo se puede guardar un secreto? Juan Ramírez de Lucas tuvo la generosidad de no llevárselo a la tumba y la decencia de no lucrar con su dolor. Esa caja de madera con dibujos y cartas es el conmovedor legado de alguien que amó en la oscuridad y al morir dejó su balcón abierto.
El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo.)
El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento.)
¡Si muero,
Dejad el balcón abierto!
*Nota: Los amores oscuros es un título inspirado en Sonetos del amor oscuro o simplemente Sonetos, obra póstuma, que Lorca escribiera en 1936 y dedicara a Juan Ramírez de Lucas y no a Rafael Rodríguez Rampún, como se había creído durante años.
Fuentes consultadas:
Poesías completas. Federico García Lorca. Colección Literaria Universal. Editores Mexicanos Unidos. 1981
Revista Sudestada. Cultura, política y actualidad. Año 8 N° 80. Julio, 2009.
http://buscameenelciclodelavida.blogspot.com.ar/
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/05/10/actualidad/1336676221_353822.html
http://www.andalucesdiario.es/cultura/yo-soy-espanol-integral-pero-antes-que-esto-soy-hombre-del-mundo-y-hermano-de-todos/