En Latinoamérica los derechos de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales avanzan de manera desigual y contradictoria. ¿Cuáles son los desafíos para la conquista de una verdadera igualdad? El escritor Mariano Massone nos sumerge en la lucha de esta comunidad transnacional y pujante.
Por Mariano Massone
América Latina y el Caribe tienen un panorama muy contradictorio con respecto a los derechos de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (en adelante, comunidad LGBTI). Por un lado, tenemos grandes avances en países como Argentina, Uruguay, Brasil y México y, por otro lado, existen países realmente complicados para la comunidad con casos atroces de crímenes de odio y vía libre para la discriminación, como es el caso de Honduras, Perú y Colombia.
Mientras que en Jalisco, un estado mexicano destacado por su conservadurismo y por las reiteradas muestras de homofobia de sus autoridades, se promulga la Ley de Convivencia, que es un paso anterior a la unión civil o matrimonio igualitario, en Perú, los crímenes de odio están a la orden del día y los congresistas derogan una tras otra cada una de las leyes antidiscriminatorias con argumentos absurdos basados en lo «natural», lo «normal» y su contrario, lo «enfermo», lo «erróneo» para una sociedad.
Desde 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) sacó de las enfermedades mentales a la homosexualidad. Ese paso es muy importante para entender que ni siquiera la comunidad científica puede dar argumentos a favor de la enfermedad mental de una persona que ama a otra de su mismo sexo.
Otro grave problema de la región es que los avances en materia de derechos existen pero no se logra concientizar a la población y, sobre todo, a los funcionarios públicos sobre estos avances. A la hora de la verdad, las legislaciones, los avances que se están dando, no son garantía de nada cuando uno sale a la calle con su pareja homosexual o trans.
En Argentina, en febrero de 2014, después de casi cuatro años de promulgada la Ley de Matrimonio Igualitario, golpean salvajemente a un joven por decir que es homosexual en una discoteca. Al grito de «enfermo» los patovicas del local y la policía provincial de La Pampa le hicieron tragar gas pimienta y lo golpearon en la cabeza, en brazos y piernas. En Chile, a pesar de ser aprobada la Ley Antidiscriminatoria o «Ley Zamudio», mataron a una persona homosexual de cincuenta y cuatro años en su casa, torturándolo antes.
La brecha que existe entre las legislaciones y la práctica real es muy grande. Sobre todo porque muchas veces es la misma policía la que no defiende los derechos de las minorías, ridiculizándolas o acoplándose a la violencia y a la discriminación.
Después de la fiesta que supusola promulgación de derechos en países como Argentina, Uruguay, México y Brasil, y una vez pasada la resaca, podemos decir que la violencia y la discriminación hacia la comunidad LGBTI siguen siendo prácticas cotidianas.
Argentina, el imperio de contradicciones
Particularmente, en nuestro país podemos dar cuenta de un panorama bastante dual: varias de las leyes promulgadas iniciaron un gran avance en el tema pero todavía no existe una plenitud de derechos lo suficientemente considerable.
Si bien la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género son de avanzada a nivel mundial, hoy, si alguien de la comunidad LGBTI quiere donar sangre para un familiar no puede por el simple hecho de tener sexo con personas de su mismo sexo.
Además, el artículo 19 del Código Civil (actualmente en el Congreso para su debate) que expresa que «la existencia de la persona humana comienza con la concepción» deja grandes dudas sobre el futuro de la comunidad, debido a que las fertilizaciones asistidas y el alquiler de vientres ya no podrían hacerse por el simple hecho de gestar vida en el momento de unir un óvulo con un espermatozoide.
Es decir, si un matrimonio quiere tener un hijo o hija mediante fertilización asistida o alquiler de vientre sería un problema para el profesional que utilizara los espermatozoides y óvulos, ya que en el momento de su unión ya crearían «vida». O sea, en el caso de algún inconveniente con los embriones se lo podría sancionar por mala praxis o, incluso, asesinato. Gran responsabilidad para un profesional de la salud que, creo, ninguno querrá correr.
Igualmente, según el diario Página/12, la protección de los embriones no implantados quedó fuera del Código Civil y estará sujeta a una nueva ley. Habrá que esperar qué decisiones se toman en el momento de sancionar esa ley omitida por ahora.
Por otro lado, este artículo veta de antemano un derecho sexual y reproductivo importantísimo como es el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito y deja de lado toda posibilidad de un avance futuro en materia de este derecho.
Muchos analistas piensan que esta modificación del artículo 19 tiene que ver con una presión de la Iglesia Católica, ya que fue cambiado a último momento. Algunos periodistas creen que este cambio radical se dio debido al «efecto Francisco», es decir, a la asunción de Jorge Bergoglio en la curia papal y todo lo que eso conlleva políticamente para nuestro país.
Contraste entre Ecuador y Uruguay
En una manifestación a favor del matrimonio igualitario en Venezuela una chica llevaba un cartel que decía «+ Mujica – Correa». Esto me llamó mucho la atención y ahora explicaré el porqué.
Mientras que Uruguay parece ser la nueva tierra prometida para la comunidad LGBTI por sus avances —no solo en cuanto a matrimonio igualitario y Ley de Identidad de género, sino también con respecto a derechos sexuales y reproductivos como el acceso al aborto— en Ecuador, según el mismísimo presidente Correa, el matrimonio igualitario y la Ley de Identidad de género no son prioridades para el país. Correa, además de decir que había temas más urgentes, señaló que la familia debía constituirse por un hombre y una mujer. En Argentina, los senadores y diputados que se oponían al matrimonio igualitario esgrimían el mismo discurso.
Venezuela, todo por hacerse
En Venezuela, la organización «Venezuela Igualitaria» logró juntar el apoyo de cuarenta y siete organizaciones y veinte mil firmas para que la Asamblea Nacional de Venezuela trate el tema del matrimonio igualitario. Dentro de las organizaciones que apoyan el proyecto hay chavistas y antichavistas, lo que hace que el proyecto cruce las barreras de las ideologías políticas.
El proyecto se tratará entre agosto y diciembre de este año. Lo que deja todo por hacerse. Por supuesto, la Iglesia ya salió al ataque con el eslogan «No al matrimonio igualitario, no permitas esas aberraciones en Venezuela». Sin embargo cabe destacar que el setenta por ciento de los que firmaron el proyecto de ley para que entre en la asamblea son heterosexuales.
Colombia, donde dicen «no» al matrimonio
En Colombia el año pasado se cayó la Ley de Matrimonio Igualitario y los senadores que votaron en contra se escudaron en proposiciones religiosas y fundamentalistas de la «ley natural».
Los defensores de esta “ley natural” sostienen que el sexo solo tiene el fin de procrear, dejando de lado el erotismo y la sensualidad. Para ellos, lo natural, lo que Dios dijo (ya que se mezcla, en esta teoría, la naturaleza y los designios divinos) es que las relaciones sexuales deben ser realizadas por un hombre y una mujer con el fin de generar descendencia. Todo lo que no acate esa ley es anormal, pecaminoso y erróneo.
A esta teoría, que todavía siguen sosteniendo y enseñando universidades y colegios religiosos y que está muy inserta en nuestra sociedad, se enfrenta una teoría más social y constructivista que es la que defiende a la comunidad LGBTI.
La «teoría queer» propone un revisionismo histórico para desentrañar cómo la sociedad occidental y cristiana, a partir de discursos de poder como la psiquiatría, la criminalística y la religión, generó una norma que es entendida como natural pero que no deja de ser contextual e histórica. Por lo tanto, como norma asociada a una coyuntura histórica puede ser cuestionada y reformulada.
Esta teoría, más inclusiva para la comunidad LGBTI, perdió la batalla en Colombia contra el oscurantismo de la Iglesia.
Brasil y el matrimonio igualitario
En Brasil, el año pasado se promulgó la Ley de Matrimonio Igualitario para todo el país. Esto lo pone en el tercer país latinoamericano que promulga la ley, después de Argentina y Uruguay.
Además, hace unos meses, se presentó como proyecto la Ley de Identidad de género basada en la ley actualmente vigente en Argentina.
No seremos el primer mundo, pero…
En el mundo hay setenta y seis países que criminalizan a la comunidad LGBTI, pero el caso de Rusia es escalofriante por la importancia y peso político que este país tiene a nivel mundial. En los últimos meses Rusia —aunque es parte del consejo de seguridad de la ONU— aprobó una ley por la cual se criminaliza cualquier tipo de «propaganda» a favor de actos homosexuales.
También en este país se manejan impunemente grupos fascistas que matan, torturan y violan a personas de la comunidad. Esto hace que se vuelva un lugar inhabitable para aquel que no tiene la orientación sexual permitida por el Gobierno.
En Buenos Aires se hicieron protestas frente a la embajada de Rusia y en el resto del mundo surgió la iniciativa de no mirar los juegos olímpicos de Sochi que tenían, paradójicamente, el lema central de la «integración de las minorías».
Pero no solo el problema es en Rusia. En la España de Rajoy se quiere dar un paso atrás en la Ley del aborto aprobada durante el gobierno de Zapatero. Ese retroceso puede significar un paso hacia adelante para cercenar los derechos sexuales y reproductivos en España.
Frente a los avances y la lucha que lleva la sociedad civil en América Latina, el antiguo continente parece ponerse cada vez más oscurantista y violento con las minorías sexuales y los derechos reproductivos.
Hacia Anita y sus dos mamás en toda América Latina
El panorama de nuestra región no es ni tan alentador ni tan desalentador. Hay todavía muchísimo por hacer en materia de derechos sexuales y reproductivos. Pero, por sobre todo, es completamente necesaria una educación que integre a las minorías para que no ocurran más los hechos de violencia y los crímenes de odio.
Es necesario educar para la igualdad. En ese sentido, hace poco salió un libro para niños en Argentina que se llama Anita y sus dos mamás de la editorial Molinos de Viento, donde, desde una mirada infantil, cuenta la historia de una familia homoparental que no dista mucho de ser igual que las familias heterosexuales.
Este es el tipo de educación que necesitamos para que los niños integren a la comunidad LGBTI como algo natural, común en sus vidas cotidianas. Como dice Susy Shock en su copla: «desde la escuela/ de chiquitos/ hay que educar/ yo no quiero salita rosa/ quiero salita de trans».