“Amo la vida ferozmente; desesperadamente, también. Y creo que esta ferocidad y esta desesperación no me llevarán sino a la autodestrucción. Amo el sol, la vegetación, la juventud. Devoro mi existencia con un apetito sin límites. ¿Cómo terminará esto?, no lo sé.”

Pier Paolo Pasolini

Un nombre. Sólo eso, un nombre sonado desde siempre, desde la infancia, provocando en mí sensaciones diversas: misterio, melancolía, atracción, esperanza; un nombre incisivo, atroz. Turbiamente mezclado en la sobremesa de los mayores, en las charlas donde se combinaban el último chisme, el comentario sobre la nueva marca de café ensayado por la anfitriona, el cambio de auto del padrino, los actores de las películas de moda y de repente, como una sacudida, irrumpe la palabra: Pasolini. Todo lo que la imaginación puede fraguar alrededor de un nombre, decía Silvina Ocampo. Fui creciendo, y su imagen desconocida acompaño mi vida en diferentes etapas, como una idea, un conjuro, una promesa.

No sé por qué razones, nunca lo averigüe, es verdad que Luján era un lugar difícil para encontrarlo; la televisión y el cine lo habían olvidado o prohibido, y no teníamos dónde poder acceder a él. Hasta que un día se reveló ante mí una mala copia de su Decamerón; entonces lo supe, entendí todo lo anterior, toda la fuerza de ese nombre, y advertí que mi historia ya no sería la misma. ¿Qué era lo me atraía tanto, dónde radicaba esa pasión, esa adoración que hacía de PPP un personaje único, diferente? Ensayando posibles respuestas, me detengo en que es ante todo un poeta, un escritor que se ha dedicado a la cinematografía, que fusionó los opuestos de una manera reveladora, lo profano y lo sagrado en un mismo plano; sus películas no son películas, son otra cosa, son sinfonías, extrañas composiciones en las que se sintetiza toda la condición humana colándose constantemente una poesía urgente, con colores nunca antes revelados.

Pier Paolo Pasolini es ante todo un poeta, un escritor que se ha dedicado a la cinematografía, fusionando los opuestos de una manera reveladora, lo profano y lo sagrado en un mismo plano; sus películas no son películas, son otra cosa.

Lo que hacía, rozaba lo inédito en la tradición cinematográfica, Pasolini es una sensación, una llamada a observar la realidad por medio de su ojo, que nos revela un interés por la muerte, la nostalgia de un paraíso perdido desde y para siempre, lo inacabado, el agotamiento, el éxtasis de la poesía, la cosificación actual de los cuerpos, la dolorosa anestesia del consumismo, la diversidad como emblema no requerido pero enarbolado a título personal contra fascismos varios, la insatisfacción, la sacralidad del sexo, la negativa a toda categorización rígida, el feroz amor por la vida. Pasolini duele, pero con ese dolor de despertar a una realidad, un dolor revelador, casi redentor.

¿A cuál Pasolini describir?, ¿al poeta, al dramaturgo, al cineasta, al marxista, al católico (ambos en versión heterodoxa), al provocador, al teórico? ¿Cómo abordar entonces a semejante figura, tan vasta, casi infinita, sin perderse, sin bifurcase ni hacer abuso de los paréntesis eternos, que a su vez contienen otros paréntesis y guiones y aclaraciones? ¿Cómo hacerle caso a los ruegos desesperados de mi amigo F. que sentenció: 8.000 espacios, recordándome la noción de síntesis, de redondeo? ¿Cómo hacerlo?, no lo sé, creo que lo más conveniente es hacerle caso a las palabras del poeta y cineasta que dio origen a mi conflicto: “… hay que elegir siempre entre expresarse y morir o permanecer mortales e inexpresivos”, en eso estoy, Pierpaolo; espero que la damnificada sea yo y no los lectores, en fin…

El joven poeta

Pasolini nació en Bologna en 1922. Estudió en la universidad, obteniendo el título de Doctor en Letras. Sufrió los avatares de la Segunda Guerra Mundial, en la cual murió su único hermano, fusilado en las luchas internas de la resistencia. Hijo de un militar fascista, se enfrentó a él e –influido por la obra de Gramsci– ingresó en el Partido Comunista Italiano. Descubrió el mundo de la poesía de la mano de Rimbaud, y en su juventud publicó algunos libros de poemas, siendo reconocido en los círculos intelectuales de Bologna. A los 27 años comenzó su tarea como maestro rural; en 1950, acusado por corrupción de menores, se exilió en Roma.

Continuó una prolífica actividad como escritor, editando diversos libros de poemas, ensayos, obras de teatro, novelas, entre los que se destacan Las cenizas de Gramsci (1957), Passione e ideología, La mejor juventud (1954), La religión de mi tiempo (1961) y Poesía en forma de rosa (1961-1964), los ensayos Sobre la poesía dialectal (1947), La poesía popular italiana (1960). Asimismo se destacan en la literatura italiana de posguerra sus novelas Muchachos de la calle (1955), Una vida violenta (1959) y Mujeres de Roma (1960), y Los dramas Orgía (1969) y Calderón (1973), entre otras. Se introdujo en el mundo del cine de la mano de grandes como Fellini, colaborando con el guion de Las noches de Cabiria, hasta que comenzó su prolífica y breve carrera como cineasta (21 filmes en 14 años).

Para Pasolini, el pasaje de la literatura a la cinematografía no era nada más que otra forma de manifestar la realidad de un modo más directo, más genuino: el apropiado. “El cine me permite el contacto con la realidad, un contacto físico, carnal, incluso diría, de orden sensual”. Su obra cinematográfica podría dividirse en varias etapas.

Pier Paolo Pasolini

El primer PPP

Acattone, Mama Roma y El evangelio según San Mateo. Este período, casi experimental, reúne tres filmes que podríamos confundir con el neorrealismo, aunque él no lo considere así, es decir, comparten ese espíritu de cine documental y de denuncia, pero se alejan estilísticamente, tanto por la ausencia de los planos secuencia como del naturalismo. Son películas en las que se adivina la intención gramsciana de hacer grandes obras nacionales y transformarlas en populares, destinadas a un pueblo idealizado. En estas primeras obras, ya percibimos lo que será el estilo pasoliniano: la fusión entre lo salvaje y lo animal, mezclado con lo bello, lo sublime.

Presenta una paleta de personajes marginales: los excluidos (siempre elegidos entre personas de la vida real, no actores, una opción que también lo acompañará en la mayoría de sus películas, y que hacen que sean aún más atractivas), sacralizando de alguna manera a la clase trabajadora. Pasolini ve en ellos un espíritu de excepcionalidad, en su orgullo, su independencia, su dignidad de miseria. “Veo el mundo como casi todos los que tienen una vocación poética, es decir como un hecho milagroso y casi sagrado”. El evangelio según San Mateo, es una obra increíble, de una belleza rústica y despojada, nada pretenciosa, con escenas que hacen referencia a obras pictóricas de Giotto y Piero della Francesca, pero sin alarde, humildemente fusionadas; es, sin duda, una de las mejores adaptaciones de un texto bíblico llevado a la pantalla. PPP quiso hacer una obra que respetase el texto original, presentando a un Cristo revolucionario, riguroso, extremo.

“La figura de Cristo deberá tener la misma violencia de una resistencia, algo que contradiga radicalmente la vida tal y como está en la configuración del hombre moderno (…) es una violenta llamada a la burguesía, estúpidamente lanzada al futuro que supone la destrucción de los elementos antropológicamente humanos, clásicos y religiosos del hombre. Tal vez por ser tan poco católico he podido amar el evangelio y hacer esta película”. Al avanzar su carrera de cineasta, sus películas se van tornando más complejas; destinadas a un público intelectual, sus argumentos plantean que el pueblo italiano ha cambiado la ideología revolucionaria por la del consumismo, se niega a hacer filmes en serie, como si fueran productos industriales que respondan a la tiranía de la oferta y demanda.

pasolinitextualPajarracos y Pajaritos estaría en la transición entre su primera etapa y la siguiente; esta ideo-comedia, como él la llamaba reúne a Totó –una de las figuras del espectáculo más importantes del cine internacional– y a Nineto Davoli (apartado especial para el querido Nineto, joven calabrés, hijo de campesinos, que entró en el círculo de amigos de PPP y se convirtió en su pareja y su inspiración, participando en la mayoría de sus películas. Nineto es ingenuidad y picardía al mismo tiempo). Estos dos personajes son padre e hijo, errantes eternos, que recorren los caminos de Italia topándose con las diferentes problemáticas de una sociedad en quiebra, una sociedad víctima de un sistema opresor; allá donde van los acompaña un cuervo parlante, que simboliza la conciencia marxista. En esta película, simple y compleja a la vez, PPP nos muestra la crisis del marxismo en los cincuenta y las críticas que él hace de las contradicciones que encuentra en el seno del PCI. Rasgo caracterizador de la mayoría de sus obras –a veces directa, a veces sugerida–, es la crítica feroz a la burguesía. Teorema es un claro ejemplo de ello, que, inmersa en una policromía única –los colores de sus sueños– relata la llegada de un visitante misterioso, carismático, que roza lo sagrado, y que irrumpirá en la monotonía de una familia de la alta burguesía industrial influyendo en cada uno de los personajes y revelando sus traumas y miserias. De la misma manera, pero con un estilo mucho más controvertido y atroz, Porcile es una metáfora del canibalismo del capitalismo, con escenas procaces, en las que abundan reminiscencias de la zoofilia y la antropofagia.

Medea y Edipo Rey son dos filmes que toman el pretexto de tragedia clásica, plantean nuevos problemas. Edipo es su obra más autobiográfica, simboliza su propio complejo proyectando en el mito un momento de la cultura actual. La controvertida Medea nos presenta la problemática de la historia de las religiones. Los paisajes, los vestidos, los colores muestran una acertada ambientación espacio-temporal nunca antes vista; aquí se presenta una civilización rústica, casi prehistórica, salvaje.

El PPP documentalista

Comizzi d’amore y La rabia. Un aspecto que no quiero pasar por alto es el de PPP como idóneo documentalista. En Comizi d’amore, con micrófono y cámara en mano, busca reflejar la mentalidad italiana respecto a la sexualidad y las relaciones amorosas. Para ello viaja al sur y al norte, a las ciudades y al campo, entrevista a intelectuales, trabajadores y granjeros, a hombres y mujeres, a mayores y niños. En La Rabia, utiliza imágenes de archivo de los cincuenta y se une al escritor Giovanni Guareschi para responder a la pregunta: ¿Por qué nuestras vidas se han caracterizado siempre por el descontento, la angustia y el miedo? La película está dividida en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, Pasolini responde con su convicción de hombre de izquierda; en la segunda, Guareschi, sustenta la visión conservadora.

Como personaje provocador y controvertido, su confesada homosexualidad, que alzó como estandarte, marcó de forma rotunda su destino, lo convirtió en el eterno enemigo de la derecha

PASOLINI 2PPP y los clásicos

El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. En esta etapa se dedicó a la adaptación de tres grandes obras de la literatura universal, a las que se denominó: La trilogía de la vida, aquí están reunidas sus obras más reconocidas y exitosas. Hasta que llegó Saló. Obra maestra, polémica y excesivamente prohibida. Dura pero excepcional, desgarradora y elocuente, letal, difícilmente soportable, un relato dantesco, una experiencia demoledora, que nos sacude física y espiritualmente; la transcripción de Los 120 días de Sodoma, de Sade, ambientada en la república fascista de Saló (1944-1945). La cosificación y el sadomasoquismo como metáfora de lo que el poder hace del cuerpo humano: su mercantilización. Es marxismo puro, el Manifiesto Comunista dice que el poder mercantiliza al cuerpo, lo transforma en mercancía. “Sin querer, en este film por un lado me encontré representando la vida del pequeño burgués, con sus salones, sus tés, sus abrigos y por otro, describiendo la ceremonia nazi, en toda su solemnidad macabra, tétrica y miserable».

Como personaje provocador y controvertido, su confesada homosexualidad, que alzó como estandarte, marcó de forma rotunda su destino, lo convirtió en el eterno enemigo de la derecha, que en sus diferentes manifestaciones, no le dará tregua y lo perseguirá incluso hasta su sórdida muerte, cuando, en un fatídico amanecer de 1975, su cuerpo fue encontrado, en el balneario popular de Ostia; había sido brutalmente asesinado a golpes por Pino Pelosi, un taxi-boy de 17 años, con el que tuvo un encuentro ocasional en confusas circunstancias. Esa misma noche, PPP había dado una entrevista en la que habló acerca de la realidad italiana y los peligros de un resurgimiento del fascismo. Este presunto crimen homosexual es en realidad un asesinato con connotaciones políticas, ya que PPP teníala intención de revelar en Petróleo (la película en la que estaba trabajando) el nombre del culpable del presunto homicidio del presidente de la compañía petrolífera Eni. Nuevas declaraciones dan lugar a la reapertura del sumario del caso. Un año antes, 700 intelectuales habían firmado un manifiesto exigiéndola.

Y el final, un final desgarrado, atroz, pasoliniano. Todavía duele. No creo que haya palabras para describir ese dolor, por lo cual, me remitiré a otro grande, Nanni Moretti, que en su película Caro diario le rinde homenaje, un homenaje sin palabras, profundo, despojado de sentimentalismos; un viaje a Ostia, al lugar de su muerte, donde hay una escultura en ruinas que lo recuerda; un recorrido interior, por las calles de esa, su Roma suburbana, afónica, arrasada; un viaje por su esencia, la de un renacentista, uno de los últimos hombres curiosos, que quiso abarcarlo todo.

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