PEQUEÑA Y FRAGMENTADA PERO PROFUNDAMENTE COMBATIVA, LA IZQUIERDA ARGENTINA SE ENCUENTRA ANTE UN NUEVO ESCENARIO POLÍTICO QUE COMENZARÁ A EXIGIRLE RESPUESTAS. ¿CUÁLES SON LOS ANÁLISIS Y PROPUESTAS DE SUS DIFERENTES SECTORES? DESDE UNA PERSPECTIVA MAOISTA LEONARDO PERNA ABRE EL JUEGO Y ANALIZA LA REPRIVATIZACIÓN DE LOS RAMALES DE TRENES, EL ROL DEL CLASISMO SINDICAL Y LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS FRENTES POPULARES.
Por Leonardo Perna
Se reconstruyen los frentes populares
El periodo político obliga a repensar las propuestas de las fuerzas populares y de izquierda al escenario actual y a futuro. Entre las muchas tareas por hacer, una de las principales es la reconstrucción del frente popular para ser una opción ante la actual crisis política y económica.
Hay hechos que desnudan plenamente el carácter de fondo del Gobierno nacional. La reciente reprivatización de los ferrocarriles urbanos dejó en evidencia para grandes sectores que el Gobierno es incapaz de resolver una de las necesidades más básicas de la sociedad como lo es el transporte público. Este hecho, hoy evidente, es desenmascarado tras muchos años de lucha y padecimiento de usuarios y trabajadores que se pusieron de pie centralmente luego de la tragedia de Once en el 2012, donde murieron 52 personas. Solo la Línea Sarmiento se mantiene bajo órbita estatal. Imposible de ser gerenciada por el momento, es una muestra de las penurias que sufre todos los días el Oeste del conurbano. Interpretando este hecho como detonante, corresponde poner en su lugar algunos elementos para un análisis más completo de la situación.
En primer lugar en el Oeste del conurbano estamos frente a una de las peores caras del capitalismo y la crisis post 2001. La situación del Sarmiento es producto de la privatización en los noventa, concesionado a Cirigliano y su grupo, vinculado con capitales del transporte de colectivos, que vaciaron el ramal llevándolo a una situación precaria, angustiante y peligrosa. Al empobrecimiento general de la población con la devaluación, la falta de creación de empleo, el trabajo precario, la inflación y el hambre, se le suman ingredientes históricos no menores: el intendente vitalicio de Merlo, Raúl Othacehé —el geronte pejotista más vil y amoral del que tengo noticia (recientemente “fugado” al massismo)— la relocalización de la sede del CBC de la UBA de Merlo a Moreno con patotas y causas judiciales del Rectorado, más el recordado encarcelamiento y persecución por la quema de vagones orquestada y dirigida contra Sobrero y los delegados de la Unión Ferroviaria. La falta de planes de vivienda (las casas que se construyeron fueron gracias a la lucha popular), los códigos de ordenamiento urbano a la medida del negocio inmobiliario y los countries, la cadena de prostíbulos en Morón, son también pequeñas postales de un sector de la provincia de Buenos Aires que sufre una parte de la política oficial.
Como contracara a esto, tenemos la recuperación y permanencia por parte de una corriente clasista de trabajadores de la Seccional Gran Buenos Aires Oeste de la Unión Ferroviaria, con un modelo democrático de participación de los ferroviarios con asambleas generales regulares, con paros de alto acatamiento y un programa de estatización del ferrocarril con control de trabajadores y usuarios. El programa más avanzado del movimiento obrero y popular en este periodo, que la lucha logró impulsar transformándolo en una referencia imprescindible para una salida popular a la crisis. Recientemente estos sectores hicieron un encuentro sindical nacional con el dirigente jujeño “Perro” Santillán y comisiones internas cercanas al Frente de Izquierda. Previamente el PO lanzo una coordinadora tras el acuerdo con la CTA. Al calor de la lucha docente se viene logrando la unidad de acción para un paro nacional en defensa del salario. La lucha hacia adentro de estos espacios es garantizar la participación y el protagonismo de las bases sin contraponerlos entre sí. Y como lo muestra la historia, la real unidad de la izquierda se define en instancias democráticas de la clase obrera.
Ahora bien, ¿cómo puede un punto tan transcendente de la política no ser tomado por una parte de las fuerzas populares? O dicho de otra manera, ¿cómo es que algunos dirigentes que se referencian con el campo popular prácticamente no sumen fuerza en este sentido? Para ver esto, la lucha en defensa del ferrocarril es clave. Si bien es cierto que muchos de los referentes del nuevo clasismo como Sobrero y Reinoso son parte de agrupamientos electorales que no trabajan una perspectiva de gobierno popular en lo inmediato, sino que plantean junto al FIT el socialismo de inicio, el programa de estatizaciones con control popular es parte de un proceso más amplio de protagonismo del pueblo. Por ejemplo tras el último choque en Once algunos candidatos salieron a plantear el mismo 19 de octubre que “no es momento de dilucidar si este nuevo desastre es resultado de la corrupción y el negociado o un sabotaje”, ayudando a que no se traduzca la tercera tragedia en el ferrocarril en solo veinte meses en un golpe electoral al gobierno y en consonancia con la línea de que el problema a afrontar son las supuestas limitaciones del kirchnerismo. Lejos quedaron de plantear la renuncia del ministro Randazzo y de los directivos de la UGOMS. Ahora el gobierno reprivatizó el resto de los ramales dándoles la gestión a los mismos que lo quebraron, otorgándole más control al grupo de Benito Roggio (Metrovías). El Sarmiento, que se mantiene estatal pero con una importante injerencia de los privados, sirve de ejemplo para mostrar qué problemas debe afrontar el campo popular para resolver acertadamente los desafíos del periodo.
Obviamente, este debate se plantea ante la necesidad de superar la propuesta de los oportunistas de derecha, que en sus diferentes vertientes apostaron a que el pueblo termine detrás de reagrupamientos panradicales (incluyendo a Binner, Carrió y Alfonsín) o directamente al tren fantasma (de Menem, Duhalde, Narváez, la Rural y la UIA) frente al kirchnerismo. Estos sectores son los promotores del ajuste clásico con recorte del presupuesto social y la devaluación del peso ante la crisis económica. Estos son actores políticos que el pueblo ya desenmascaró. Mientras, el Gobierno nacional, con Capitanich como cara cotidiana —el exgobernador de la provincia más pobre del país— no se quedó atrás y luego del desboque de la inflación y la devaluación del peso, ahora busca tomar más deuda externa mientras define un pago millonario a REPSOL y banca la cadena perpetua a los trabajadores petroleros de Las Heras que lucharon contra el impuesto al salario en 2006. De esta forma se va profundizando una matriz exportadora intrínsecamente dependiente, atada al precio internacional de las comodities, tendiente al desabastecimiento interno y a una moneda inflacionaria o hiperinflacionaria. A esta altura del partido la intelectualidad de Carta Abierta no tiene ya mucho que aportar a un debate serio hacia la izquierda. Aunque si podría pedir la incorporación del término «destituyente» a los manuales de la FLACSO.
EL PROBLEMA DEL PROGRESISMO
Frente a esto es esencial la construcción de frentes gremiales unitarios de los sectores combativos en sus diferentes tradiciones. Pero esta no es la limitación principal del momento político. Porque no es la simple suma de los frentes gremiales y sindicales lo que resuelve programáticamente una salida popular a la crisis en curso. Si bien es indispensable la unidad de todo el campo popular, es necesario elevar el esquema político imperante con un programa que jerarquice las instancias de participación y control obrero y popular. Pero no de manera ingenua para ser rueda de auxilio del Estado sino como alimento de un camino revolucionario y al socialismo.
Una cuestión importante es que llevamos de lastre algunas experiencias políticas con balance incompleto. Y para las fuerzas populares una especialmente presente es la experiencia electoral del FREPASO de Chacho Álvarez (y también de Ibarra, Meijide y Puigros) que representa la cúspide de una tradición muy particular del llamado «progresismo» que hoy algunas corrientes reproducen. Lo que se reproduce y se entiende como deseable son frentes de partidos y movimientos que se paran como opción de recambio u opción de salida para sectores del gobierno de turno que se encuentra en un fin de ciclo político. Frentes que concilian con corrientes salientes del poder ejecutivo, en el caso del FREPASO fue la izquierda del peronismo en el final del menemismo. Todo esto con la expectativa de engordar su caudal de votos, en la ilusión de poder llevar ese número de votos para sus diferentes proyectos políticos en el caso de un frente.
¿Pero por qué esto nunca resulta? Porque esta política se traduce en una forma específica de reagrupamiento electoral. Con programas lavados, donde predominan principalmente aspectos democráticos y donde las tareas populares aparecen deformadas, dejadas de lado y tratadas superficialmente. No se les da el lugar correspondiente a las experiencias de avanzada que construyen en concreto y ponen en contradicción la política dominante. En Capital Federal este aspecto es reforzado por la presión gorila de los barrios acomodados. Así es que asistimos en 2013 a varios reagrupamientos que se disputan esta tradición, hoy caduca, y su caudal de votos. En las últimas décadas los que siguieron este esquema terminaron subordinados a frentes similares a la Alianza. Lamentablemente muchas de estas experiencias son referenciadas como parte de la izquierda pero no lo son. En verdad son parte de experiencias de «frentes progresistas» y sus correlatos históricos-electorales.
DESAFÍOS
Para pasar esta página de la historia las fuerzas populares, antiimperialistas y de izquierda tienen el desafío construir frentes con un planteo de auténtica salida para los trabajadores y el pueblo. Frentes que jerarquicen las tareas con claridad para este momento de la lucha en la Argentina: poniéndose al servicio del nuevo clasismo combativo, impulsando un programa de estatizaciones con control obrero y popular, que proponga transformar la economía nacional removiendo las palancas de la economía a monopolios imperialistas, especuladores y oligarcas, que plantee una reforma agraria latifundio por latifundio, que plantee la nacionalización de las finanzas y el comercio exterior, que remueva los impuestos que gravan el salario y el consumo de productos básicos, plantee el pleno empleo, política de sanidad, educación y vivienda al servicio del pueblo, cultura y deporte en correspondencia con las necesidades populares, proponga derogar toda la legislación represiva con amnistía general para los luchadores populares, que vaya por el desmantelamiento de la estructura represiva y de vigilancia, con política internacional en unidad con los pueblos y procesos revolucionarios de Latinoamérica y del mundo.
Es posible abrir este capítulo. Tras la rebelión popular de 2001, el Argentinazo, las clases dominantes golpeadas se dividieron y se fue armando una polaridad por arriba. Una parte de las fuerzas populares y de izquierda quedaron atrapadas en esta polaridad entre grupos dominantes que fue imperando. La construcción de estos frentes es parte indispensable del rearmado del campo popular que fue llevado una parte a la cooptación económica del kirchnerismo y otra parte a la cooptación política de la oposición conservadora. Es posible salir de la trampa y aprovechar la situación a nuestro favor. En todo el país los programas reivindicativos construidos en duras décadas de lucha popular se empiezan a elevar como programas políticos y nuevas corrientes clasistas ganan influencia en centros de concentración del proletariado. Por eso el verdadero cambio es la iniciativa de las fuerzas políticas que ponen en el centro las tareas populares desde esta nueva óptica política. La cuestión es construir estos frentes junto al pueblo.