Amor y sexo no son lo mismo, pero suelen ir de la mano. Karina Ocampo se cuestiona acerca de la libertad, el orden social y los pormenores en el mundo del amor libre. Un recorrido por territorio swinger para comprender la silenciosa rebelión que está poniendo en jaque el pilar de la monogamia.

Por Karina Ocampo
Ilustración: Daniel «Pito» Campos

Hablemos de amor libre. Hablemos de lo que se entiende por amor. Lo pienso primero desde el punto de vista científico, como una reacción biológica que tiene por objetivo la continuación de la especie, una fuerza instintiva que garantiza nuestra reproducción. La causa de todas las películas románticas como una cuestión de hormonas más que un sentimiento etéreo que nos acerca a los dioses. Aquel famoso beso con el que Richard Gere le dice a Julia Roberts: “soy tu príncipe azul y vine a liberarte” no contiene otra cosa más que una buena dosis de dopamina y endorfinas.

“Según Engels la monogamia tiene origen en la sociedad patriarcal, una forma de esclavitud para asegurar que la herencia continúe dentro de la familia”
La pareja, como construcción social, es una manera bastante efectiva de transformar esas reacciones cerebrales en una pareja que luego cuidará a su cría desprotegida, sobre todo durante los primeros meses en los que somos adorables pero poco propensos a la autoconservación.

Según ciertas teorías evolucionistas que se refieren a la selección natural, nos conviene buscar el mejor ejemplar, el que nos brinde esperma de mejor calidad, los óvulos más sanos, los niños más resistentes que garanticen la supervivencia de los genes.  Y para ello, los sentimientos de enamoramiento primero, y apego después, siguen siendo necesarios pero no imprescindibles, la tecnología permite crear niños sin contacto físico y una persona sola puede ocuparse de satisfacer sus necesidades básicas durante los primeros años. La pareja es una construcción cultural funcional en nuestra sociedad capitalista pero en la constitución biológica ser monógamos no constituye una virtud. Según el filósofo alemán Friedrich Engels su práctica tiene origen en la sociedad patriarcal, una forma de esclavitud para asegurar que la herencia continúe dentro de la familia. No hace falta ir muy lejos en la historia para encontrar otro tipo de orden que admite la poligamia como una cuestión natural. El libro sagrado musulmán, el Corán, acepta hasta cuatro esposas por cada hombre, aunque en la actualidad ese tipo de casamientos no sean tan frecuentes dentro del Islam.

Bronisław Kasper Malinowski, el polaco para los amigos, se tomó en serio la investigación de campo y convivió con diferentes tribus en las islas de Oceanía para escribir libros como “La vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesia”. En 1929 publicó este análisis antropológico sobre la relatividad de las tradiciones y las costumbres de los salvajes. Le causó curiosidad la libertad sexual de los juegos entre niños, la naturalidad con la que vivían el sexo con otras personas mientras estaban en pareja: “He aquí realizada, en la práctica, la compatibilidad, que tantas veces siente como posible el hombre civilizado, entre la supremacía de un afecto y de una atracción física monogámicos y la posibilidad de una relación fugaz y sin trascendencia con individuos que estén fuera, o casi fuera, del círculo de la pasión”. Pero así como para la mujer occidental, satisfacer los deseos con otros hombres era (¿es?) visto como libertinaje, en los novios melanesios la traición ocurría cuando su chica se sentaba a comer con ellos.

Infidelidad y traición no siempre van de la mano. Pero la mayoría de nosotros, occidentales del siglo XXI que seguimos idealizando el amor para toda la vida, nos chocamos la cabeza contra la pared dentro la estructura que una vez funcionó pero ahora parece tambalear. Y ensamblamos familias como piezas de un rompecabezas mientras que la rutina amenaza la pasión y los cuernos se vuelven una tentación probable que cuesta reprimir. Bueno, no siempre.

1A compartir que se acaba el mundo

-Me engañaste, me mentiste, me dijiste que desde aquel día ya no la veías… cantaba Lucía Galán, del dúo Pimpinela, en los lejanos 80, y sufría porque en el papel de amante tenía que aguantar las mentiras de su hombre (que en la vida real era su hermano, pero esa es otra historia), un indeciso que se daba cuenta en el preciso momento en que iba a dejar a su mujer que todavía la amaba.

Tal vez a Lucía le hubiera convenido pensar en otras opciones.  Hoy las variaciones a los vínculos de pareja se multiplican y aunque no son nuevos, están pidiendo salir de la clandestinidad. Swingers, relaciones abiertas y poliamor, son sólo ejemplos de prácticas sexuales más abiertas.

“La mayoría de nosotros, occidentales del siglo XXI que seguimos idealizando el amor para toda la vida, nos chocamos la cabeza contra la pared dentro la estructura que una vez funcionó pero ahora parece tambalear”
Desde que comencé a investigar el tema, descubrí algunas cuestiones que nunca había tenido en cuenta. Hay que saber dónde buscar los indicios, las pistas existen pero no se ven a plena luz del día. Aquello que se denomina “fenómeno swinger” es un movimiento que se puede buscar en bares y boliches especializados que ofrecen un espacio para que las parejas vayan a conocerse, intercambiar números y fluidos. Pero no se trata de un tema que aparezca con frecuencia en la agenda de los medios, no hay un boom. Y si lo hubo, implotó hace tiempo. Pocos se animan a dar la cara, o el nombre y apellido. Sólo quien quiere encontrarlo puede verlo.

El sexo compartido es todavía tabú para quienes consideran demasiado morboso el hecho de mirar a su pareja con otra persona. En la ciudad de Buenos Aires hay cerca de ocho lugares que ofrecen las comodidades necesarias para desarrollar un estilo de vida swinger o al menos probarlo como una anécdota curiosa. También se pueden encontrar en las principales ciudades del país, pero en las menos pobladas se complica: no están preparadas para que sus miembros pierdan el anonimato.

Las incursiones a boliches swingers aparecen en blogs y revistas online. El tema provoca curiosidad. Una periodista que contó esa experiencia fue la peruana Gabriela Wiener, conocida por sus crónicas en primera persona. En el libro “Sexografía” describe diversos aspectos de sociedades a través de su sexualidad y pone en juego la suya sin ningún tipo de pudor. En 2004 la revista Etiqueta Negra publicó una práctica magistral de periodismo gonzo de la que es imposible no salir transformado: una noche de infidelidad con permiso y compañía del marido. “Dame el tuyo, tomá el mío” relata una noche de jueves en un club swinger de Barcelona. Ahí, entre la oscuridad y los cuerpos semidesnudos de los que miran, bailan, se tocan y exhiben sus orgasmos, ellos conocieron  las reglas y los códigos que se manejan en ese mundo hasta entonces misterioso.

¿Y cuáles son las razones para practicar el swingerismo, se pregunta Wiener? En un principio, la respuesta de la North American Swing Clubs Association (Nasca) es que sirve para evitar el sexo extramarital y el engaño, al permitir lo que muchos hacen en secreto y por lo general está prohibido. Se trata de una cuestión de aceptación de nuestra naturaleza poligámica, un sinceramiento. ¿Significa que se encontró la fórmula de la felicidad para no caer en el adulterio o el aburrimiento? La respuesta no es tan lineal, ojalá lo fuera. Ser liberales con los genitales, excitarse al ver a la pareja con otro no implica que los sentimientos puedan permanecer intactos a través de los años. Sin embargo para algunas parejas, constituye una solución.

Beatriz Musachio y Daniel Bracamonte, precursores del movimiento swinger en Argentina comenzaron a publicar la revista Entre Nosotros en 1996 y se dedicaron a difundir lo que ellos consideran una filosofía y un estilo de vida. A su vez crearon la Asociación Swinger Argentina, convencidos de que las fantasías de intercambio de parejas pueden hacerse realidad y que constituyen un tema para tomarse en serio. Por eso se abrieron –quién si no ellos- a dar su testimonio en todos los medios que quisieran entrevistarlos. Tienen su propio programa de radio y Daniel escribió un libro, “La rebelión de los cuerpos”.

En uno de los textos disponibles en la web de entrenos.com, cuentan que los swingers aparecieron durante la post guerra con los cambios sociales que se produjeron en la década del cincuenta y como una opción diferente al matrimonio tradicional, una opción más entre el sexo grupal de las comunidades hippies, las parejas abiertas y liberales, y la ampliación del concepto de sexualidad, más cerca del disfrute que del objetivo único de procreación y familia.

Cuando leo esos contenidos me surgen dudas: ¿Existe algo así como un código internacional del Swinger? ¿Un manual de estilo y buenas costumbres? Daniel Bracamonte me contesta: “Los códigos del swinger son comunes en cuento a la protección, la discreción, respetar el no del otro, y participar en común acuerdo con tu pareja. Con respecto a las formas de aceptar o rechazar una pareja, eso depende de cada comunidad, si estás en una disco swinger por ejemplo y una pareja bailando se te acerca, eludís el encuentro. Si es en una cita en un café y la pareja no les va a algunos de los presentes, se dice: nos vemos otro día, o simplemente se aclara que no es lo que buscaban”.

En la relación no debe haber mediación de dinero, se aspira a lograr satisfacción al compartir la excitación y el placer de la pareja, aunque la encargada de generarla sea otra persona, o por esa misma razón. Y un dato importante: para que el intercambio sea equitativo tienen que haber siempre dos parejas. Un trío no es swinger, enamorarse tampoco, eso entraría en otra categoría. “Somos la respuesta a la sofocada sexualidad de la pareja clásica” asegura Daniel.

¿Y un Mundial Swinger? Bueno, lo más parecido a eso pasó en Argentina: la Convención Swinger lleva siete encuentros internacionales. Trescientas cincuenta parejas en un hotel cerrado para el evento durante tres días y fiestas nocturnas, shows, charlas, y más sexo del que un productor de películas porno podría soñar en su vida.

Además de saber dónde están las mejores fiestas, en la revista y previa suscripción, se puede buscar las personas que se correspondan con el perfil que uno quiere y ponerse en contacto con ellas. Más de 60.000 registros de parejas en Capital Federal, más de 100.000 en todo el país. La posibilidad de conocer gente con la misma idea es bastante accesible para el bolsillo de la dama o la cartera del caballero.

Los relatos de experiencias swingers también aparecen en ámbitos cercanos. Una amiga de una amiga -digamos, Julieta-, cuenta que tenía ganas de probar algo diferente. Había visto un programa en la tele sobre el tema, le dio curiosidad y empezó a averiguar hasta que se topó con Anchorena, uno de los boliches más conocidos de Buenos Aires. Le atrajo lo que leyó en los blogs: la promesa de una atmósfera de oscuridad, música, franeleo y habitaciones disponibles. Con su pareja ocasional acordaron ir pero no realizar ningún intercambio, practicar voyeurismo como turistas del sexo.

“La Iglesia y el Estado han sido por siglos reguladores de los deseos naturales. Desterrando al ámbito de lo privado la sexualidad, tildaron de perversión aquello que se saliera de la norma, aunque las prácticas bisexuales y las orgías tuvieran registro desde el nacimiento de la cultura occidental”
Apenas llegaron un coordinador les explicó con qué se podrían encontrar en cada piso, que las insinuaciones se hacen tocando el pelo, el brazo o la pierna. También les dijo los permitidos y los prohibidos, por ejemplo, que se podía hacer tríos sin problemas pero que no se podía insistir ante un no. En Anchorena los cargosos no son bienvenidos y hasta pueden ser invitados a retirarse por los encargados de seguridad. Fue un impacto encontrarse con esos cuartos con camas y sillones dispuestos para tener sexo, un verdadero “cogedero” silencioso, más allá de la música, algunos susurros y muchos gemidos: tampoco se debe gritar o reírse fuerte.

Julieta se sorprendió por la cantidad de gente joven, un promedio de 30 años cuando esperaba ver personas de 40 o 50 años.  “Daba toda la impresión de que eran parejitas o incluso grupos de amigos que iban a curiosear, más que auténticos swingers”. Un ambiente  excitante, en donde el contacto visual sostenido podía tener consecuencias instantáneas, que ellos trataron de evitar.

¿Si recibieron propuestas? Algunas.

-Tuvimos dos acercamientos de ese tipo mientras teníamos sexo, de parejas grandes. A mí una señora grande me tocó la pierna y la sacudí tipo reflejo. Se fue ahí nomás. Más tarde, de nuevo, en pleno sexo, se acercó otra pareja. La mujer se nos quedó mirando y de repente se levantó la remera y le puso las tetas casi en la cara a mi pareja, e inmediatamente el hombre lanzó una mano hacia mi culo, que mi pareja atajó en el camino diciéndole: “No, no va a querer”. Y se fueron sin decir nada. Después nos acordábamos y nos reíamos.

La escena, multiplicada por la cantidad de gente y por todas las opciones y gustos sexuales posibles, alcanza para dar una idea de lo que sucede en una noche swinger. Para los tímidos basta con mirar, los que se animen a más y acaricien una espalda tal vez sean bienvenidos a una fiesta que no olvidarán.

2Relaciones y mentes abiertas

Existen razas de monos que se caracterizan por ser monógamos sociales. Monos monógamos, suena gracioso. Viven en pequeños grupos y mantienen una pareja estable durante toda su vida. Así como los monos tití y los saki, los mirikiná de Chaco y Formosa eligen una pareja para toda la vida. El biólogo Eduardo Fernández-Duque desde la Fundación ECO estudia su comportamiento para entender de manera simplificada, las similitudes y diferencias con los humanos.

En sus observaciones plantea que la monogamia social tiene que ver con la distribución de la comida en la selva, y que el macho participa en el cuidado de la cría porque tiene garantía de que es suya y que va a continuar con su descendencia. Para eso antes tuvo que ocuparse de alejar cualquier posible candidato con demostración de celos y terribles luchas que pueden terminar en la muerte del contendiente.

¿Son las razones sociales las que determinan las biológicas, o es al revés? Fernandez-Duque plantea que el amor surge en nuestros ancestros por factores ecológicos que probablemente determinen nuestro comportamiento actual. Pero la monogamia es rara en los mamíferos porque las hembras están limitadas en la concepción de los hijos pero los machos no, ellos tienen más posibilidades de diseminar sus genes. Ellas una vez que tienen sus crías se preparan para disfrutar de un nuevo amor, suelen ser más selectivas. La mayoría de los animales polígamos no sufren ni se lo plantean como problema. Entender a los mirikiná y el aspecto biológico que los vuelve fieles tal vez algún día sirva para comprender mejor la complejidad de las relaciones entre los hombres.

Para Verónica la cuestión fue simple: le planteó a su pareja desde el primer día una relación abierta. La idea era tener libertad para acostarse con otra gente y poder contarlo o no, pero sin mentir si el otro preguntaba. Aunque él nunca había probado una relación así, lo aceptó. “La mayoría de las veces nos lo hemos contado y casi siempre nos hemos reído y luego nos hemos tomado el pelo”.

Verónica es española y asegura que nada celosa, que él un poco pero se le pasa cuando ve que ella sigue siendo tan cariñosa como siempre,  pero opina que es una cuestión muy personal.

-De verdad creo que la otra persona no es mía y puede hacer con su vida lo que quiera. Entonces, si se acuesta una noche con otra persona (siempre q se ponga preservativo, esa es otra de las reglas) me alegro mucho por él, porque el sexo sienta muy bien al cuerpo y a la cabeza.

Antes vivían en Madrid y compartían departamento con otra pareja, a veces se acostaban cruzados, otras veces con amigas que iban a visitarlos y cada tanto las cenas acababan en una suerte de orgía de la que participaba quien quería. De ellas tiene buenos recuerdos, aunque el porro y el alcohol borren algunos detalles. Lo que no se olvida es que los polvos en pareja del día siguiente eran espectaculares.

La Iglesia y el Estado han sido por siglos reguladores de los deseos naturales. Desterrando al ámbito de lo privado la sexualidad, tildaron de perversión aquello que se saliera de la norma, aunque las prácticas bisexuales y las orgías tuvieran registro desde el nacimiento de la cultura occidental, entre griegos y romanos.

“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Desde el Génesis, en el Antiguo Testamento, la mujer vino al mundo para complementar al hombre y por caer en el pecado de morder la fruta prohibida Jehová Dios la castigó: “con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. El castigo por cometer un pecado fue el de limitarse a servir al hombre, a un hombre.

Verónica piensa que la religión ha hecho un daño terrible al sacralizar la monogamia. Para ella lo antinatural  es  limitarse a una persona cuando lo normal es desear acostarse con más de una persona. De adolescente sufría los celos de los novios y siempre los dejaba cuando sentía que la habían tomado por un objeto de su propiedad.

“En la ciudad de Buenos Aires hay cerca de ocho lugares que ofrecen las comodidades necesarias para desarrollar un estilo de vida swinger o al menos probarlo como una anécdota curiosa.”
Hasta ahora nunca tuvo una relación más larga con otra persona y no sabe qué pasaría. Si la pareja que lleva siete años juntos, podría sobrevivir. Los intercambios que más disfrutó fueron con amigos y no con desconocidos en donde lo importante era la parte de “meteysaca”.

-La conclusión es que a mí me divierte follar sobre todo con mi pareja o con mis amigos porque la mayoría de los demás son muy aburridos. Nosotros no entramos en el mundo swinger por aburrimiento o ganas de probar otras cosas, sino por pura curiosidad en nuestro afán por buscar experiencias divertidas.

El principio del poliamor

Silvina Valente es sexóloga y especialista en temas de pareja. Explica que el poliamor es un movimiento que surgió en los años 70 y propone que una persona se pueda enamorar de varias personas sin dejar de querer a otra. Promueve la aceptación de  tener una relación desde noviazgo hasta convivencia y que estén todos enterados.  La otra persona es libre y por amarse no se la posee.

La sexóloga lo ve como una filosofía de vida más que un movimiento, una tendencia del ser humano que deja de ser natural cuando se ponen reglas. Las emociones deberían fluir, la biología no entiende que haya un código civil.

-Sentimientos y sexos se cruzan. No sé si se pueden dar en forma correlativa entre todas las personas de la relación. El poliamor no se elige, se da. No se puede elegir enamorarse de todos o convivir con todos.

Muchas parejas van a consultarla por infidelidades o enfermedades sexuales en donde un nuevo vinculo amoroso es un recurso que podría colaborar en darle un cauce distinto. Pero en la mayoría de los casos llegan tarde, el vínculo está roto. El planteo del poliamor debería ser previo a la apertura de la pareja. Silvina Valente pone como ejemplo la película de Woody Allen, “Vicky Cristina Barcelona” donde, además de una escena lésbica en la que el director se da el gusto de juntar a dos de sus musas inspiradoras,  se da una relación poliamorosa cuando reaparece la ex mujer del personaje que interpreta Javier Bardem, en la piel de Penélope Cruz y se suma al romance que mantenía con Scarlett Johansson. El vínculo entre los tres funciona mejor, la rubia neoyorkina ayuda por un tiempo a equilibrar el fuego explosivo que destilan los españoles. El amor, dicen, toma formas misteriosas.

La pareja base a la que se suma un tercero y se acopla, como en la película, es una de las múltiples opciones que existen. Pero podría pasar que sólo uno de ellos quisiera tener un vínculo con una de los integrantes y que el otro aceptara, que abrieran el juego a otras dos, que fuera una comunidad poliamorosa, que hubiera convivencia o no. La clave para no marearse es que las relaciones sean claras, que el sexo sea consensuado, aun cuando dentro de él incluyeran el pacto de no enterarse.

La idea de anarquía está presente en los textos que hablan sobre una concepción diferente y una reinvención de la palabra amor. Rechazan el matrimonio y la intervención del Estado, actúan bajo lo que dicta la libre voluntad. En el libro “Ética promiscua”, Dossie Easton y Janet Hardy escriben una “guía práctica para el poliamor, las relaciones abiertas y otras aventuras”. Hablan de ser “ethical sluts”, algo así como putones éticos, en la traducción al español. Y aseguran que es posible tener intimidad y sexo con muchas personas, y a la vez ser honestos consigo mismos y con los demás. Para ello habrá que modificar las ideas aprendidas sobre el bien y el mal en torno al sexo y el amor.

3A los bifes

Ivanna es cantante. Desde chica se sintió diferente a sus compañeras de la escuela, ella era la rebelde, la que se teñía el pelo de muchos colores, la que cuestionaba todo. También se percibía como rara en las relaciones, o tal vez los raros eran los otros. En su casa el ejemplo de los padres le había demostrado que una pareja podía estar junta durante cincuenta años sin darse besos y apenas demostrarse afecto.  Entendió al matrimonio como una decisión económica alejada del amor que veía en las películas. Y mientras crecía y tenía sentimientos confusos hacia chicos y chicas, supo que nunca se casaría pero que se enamoraría sin atarse a una sola persona.

Hubo amigos con los que se generaban situaciones sexuales, algunas duraban más que otras pero no dejaban de ser amigos. Hasta que un día un chico le propuso una relación formal. La pasó mal, tenía que mentir, le parecía extraño no estar con otra persona por una simple promesa. En la adolescencia fue infiel, a veces se enteraron, a veces no. Cuando creció fue lo más libre y explícita que pudo.

El amor, para Ivanna, tiene que ver con lo cotidiano, compartir la vida y la cama. No podía prometer fidelidad a una persona que no veía tan seguido y tampoco mantenerse demasiado tiempo sin sexo porque la otra persona no podía o no quería, o lo terminaba haciendo por cumplir. Con su última pareja tradicional tuvo una relación tortuosa.

-Me parece muy hipócrita pensar que porque estás con alguien es la única persona que te interesa en el mundo. Al menos a mí me parece que hay un montón de personas hermosas e inteligentes que nos pueden enseñar cosas y ayudar a crecer como pareja y como individuos. Yo lo decía claro pero él no quería saber ni escuchar. No me quería cómo soy yo, porque soy así.

“Dossie Easton y Janet Hardy hablan de ser “ethical sluts”, algo así como putones éticos, en la traducción al español. Y aseguran que es posible tener intimidad y sexo con muchas personas, y a la vez ser honestos consigo mismos y con los demás”
Ivanna se convirtió en una especie de activista del amor libre. Expresa sus ideas en poesías y canciones. Con su pareja crearon BIFE y cantan temas a veces con ritmo de cumbia y tango, alejados de los clásicos, desde un ángulo en donde el humor siempre aparece porque es un reflejo de lo que son y de cómo se divierten cuando están juntos. Hablan sobre amores no convencionales, sobre cuestiones de género. Ella se masculiniza y se pone bigote, él se pinta los ojos y los labios, a veces se viste con ropa femenina. Su familia recién está entendiendo su rechazo al casamiento, sus gustos estéticos y elecciones sexuales.

-Estoy a favor de que cada uno vista como quiera y tenga el pelo como quiera. Que no tenga que llamarse varón y mujer. No quiero ser mamá para definirme como mujer. Me gustaría que mi pareja y yo podamos usar la misma ropa. Es lo que hablamos en BIFE y tratamos de cambiar: la libertad de hacer lo que quieras, que nadie pueda juzgarte.

BIFE le canta al poliamor:

“Me decís que estuviste con tu amigo, que tomaron unos vinos y charlaron, que dormiste en su casa, que era tarde, pero que nada pasó. Y no me entra mi amor en la cabeza, cómo así dos personas que se quieren pasan juntos la noche y no se besan, no se hacen el amor. (…) No lo entiendo de ninguna manera, el amor no se gasta por amar, por favor hacé siempre lo que quieras, yo te quiero de verdad”.

Ivanna y Diego escriben sobre relaciones modernas y fuera de lo común, o tal vez futuristas. Lo que me hace reflexionar acerca de las próximas generaciones. ¿Serán más abiertas? ¿Se acabarán las parejas tal como las conocíamos? ¿Daremos rienda suelta a nuestra poligamia? ¿Cómo serán los hijos del poliamor?

Termino esta nota como empecé: sin ninguna certeza. Pero a partir de las lecturas, charlas y entrevistas surgieron nuevas inquietudes. Vivo en una sociedad que tiende a sobrevalorar el sexo como termómetro de las relaciones, hay tantas estructuras y convenciones que perdemos lo esencial del encuentro y el placer.  Años de patriarcado dejan paso a otro orden en donde el vínculo es de pares, aunque nos falta evolucionar para llegar a la igualdad entre los sexos. En Argentina todavía hay casos de mujeres sometidas por sus maridos por una situación económica o por la fuerza.  Por otra parte, la monogamia es un Windows que requiere una versión mejorada, una actualización con menos hipocresía. No sé si existe un camino más feliz que otro, supongo que se trata de una búsqueda demasiado personal como para que sirvan las estadísticas. Tal vez se trate de empezar a relajar las expectativas sobre el otro y no querer controlarlo en nombre del amor, o de un anillo, o de un contrato social. Que nos atraviese mientras dure. Que sea una manera de afrontar que estamos de paso, que nada nos pertenece.

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Karina Ocampo
Karina Ocampo es periodista y locutora, colabora en distintos medios como La Nación, La Agenda BA y Ultimoround. Tiene el blog La vida en verde en la revista Ohlalá! En Twitter es @Kariu2.

5 COMENTARIOS

  1. Muy interesante nota. Nuestras historias se ajustan a las convenciones y bien si con ello somos felices. Pero es totalmente lícito el que se siente con deseos de indagar otros caminos. «Fidelidad» es una etiqueta muy relativa

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