Hace 67 años fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, el político más arrollador de Colombia y uno de los líderes populares más importantes de América Latina. Sin embargo, para buena parte del latinoamericanismo, su historia sigue oculta. En Bogotá entrevistamos a Gloria, su hija, que además de escribir y militar durante toda su vida, fue asesora de Salvador Allende durante los años setenta.
Por Javier Campos
Son las nueve de la mañana en Bogotá y, al salir del ascensor, la puerta del departamento se abre lentamente. Entrar en el mundo de Jorge Eliecer Gaitán es bucear no solo en la convulsionada historia de Colombia, sino además en ese periodo de América Latina, allá por los años cuarenta, en el que los populismos marcaban el ritmo de los debates ideológicos. Analizar al gaitanismo, como fenómeno de masas, conlleva una complejidad que se profundiza en el pensamiento de la hija del fundador del movimiento: Gloria Gaitán. Ella no solo porta un apellido importante y ha sabido hacer sus propias contribuciones políticas, históricas, económicas y filosóficas: fue asesora, ni más ni menos, que del gobierno de Salvador Allende.
Pero primero lo primero; ya sentados y con un tinto caliente de por medio, comenzamos.
¿Quién fue Gaitán para la historia de Colombia?
Primero debo decir que en Colombia, fuera de mi hija, Julio —nuestro compañero de investigación— y yo, además de otros gaitanistas doctrinarios, nadie ha explorado a Gaitán, nadie se ha preocupado por saber quién era Gaitán. Porque no es una figura fácil de comprender, no la puedes catalogar dentro de ningún esquema clásico. Planteó una fórmula política y construyó un cuerpo de doctrina orgánico totalmente novedoso, que tomará cuerpo y fuerza en el siglo XXI. Pero para comprenderlo hay que saber de dónde provenía.
¿Cuáles eran sus orígenes?
Mi padre fue un hombre de mucha suerte: nació en una familia culta pero empobrecida. Conoció la miseria y la pobreza, y eso hay que vivirlo para poderlo entender. Una de las claves fue el trabajo de mi abuelo, el papá de Gaitán, quién tenía una librería de viejos frecuentada por mucha gente que discutía política, filosofía, artes. Mi abuelo era un hombre liberal en la época de la hegemonía conservadora: había que tener coraje y carácter para serlo porque eso significaba que ibas a ser perseguido, no sólo por el gobierno, sino también por la Iglesia católica, que cumplió un papel criminal. Criminal literal, asesinando a mucha gente. Entonces, mi abuelo era liberal radical pero no revolucionario. Y mi abuela sí era liberal revolucionaria, seguidora del general (Rafael) Uribe Uribe, el primero en plantear la necesidad de que “el Partido Liberal bebiera en las fuentes del socialismo”.
¿Fue clave entonces el rol de la madre y su influencia?
Sí, porque además estoy convencida que mi abuela llevaba de la mano a Gaitán a las reuniones de Uribe Uribe. Lo pienso porque
¿Cuándo empezó con el activismo?
Desde muy jovencito comienza a actuar políticamente: va a las cárceles a organizar bibliotecas para los presos, arma cirulos de estudios y muchas otras actividades, de las que mi abuela era la principal impulsora. Mi abuelo, en cambio, le apagaba la luz para que no estudie y le decía que no quería doctores en la casa, sino gente que trajera plata. Fueron dos padres que, cada uno a su manera, le aportaron mucho y lo influyeron política e intelectualmente, al igual que la militancia pragmática y empírica.
¿Cómo se fue formando su pensamiento político?
Mi papá debió encontrar en la librería de mi abuelo algún libro sobre Enrico Ferri, porque cuando se gradúa como abogado, en sus tesis plantea muchas ideas que tienen que ver con él. Durante aquellos años mi padre había visitado Roma y se había relacionó con Ferri, que entonces era abogado y director del periódico del Partido Socialista Italiano.
¿Allí se da una primera ruptura con el marxismo tradicional en Gaitán?
Sí; Gaitán se declara socialista, pero dice que el socialismo no podrá desarrollarse en un partido socialista en Colombia. Mi papá piensa que, por su tradición revolucionaria, es el Partido Liberal el que hay que tomar, para hacer desde allí una Revolución Socialista. Pero no un socialismo a la europea, porque en aquel momento no comparte muchas cosas: para él, por ejemplo, la tierra era para quien la trabajara y no una propiedad comunal. Recuerdo que eso generó un debate muy fuerte con los marxistas colombianos. Además planteaba la nacionalización de los recursos naturales —con un gran énfasis en el petróleo— y la nacionalización de los servicios públicos, pero también le daba importancia a la iniciativa individual, que no significa privada.
¿Qué otros puntos debatía con los marxistas?
Tampoco compartía aquello de la “dictadura del proletariado”. Porque su clasificación en clases no era horizontal, de explotadores y explotados, de capitalistas y proletarios; él clasificaba en dos categorías: como país nacional y como país político. El primero es el que trabaja para sí y para la economía del país. El segundo es igual a oligarquía: acumula dinero para tener el poder político y esto lo utiliza a su vez para seguir acumulando dinero y riquezas.
Entonces, ¿tenía una visión clasista o no?
Sí pensaba que había una lucha de clases, pero analizaba también que la falta de conciencia impedía que se desarrolle esa la lucha, y entonces creía que había que impulsarla. Eso es lo que trata de hacer, estimulando el enfrentamiento entre pueblo y oligarquía dentro del Partido Liberal.
Los límites a la participación de Jorge Eliécer Gaitán en el Partido Liberal, por el que fue presidente de la Cámara de Representantes y de la Dirección Nacional Liberal, llegaron pronto. El detonante ocurrió durante la gira que efectuó en 1932, en el marco del conflicto entre Colombia y Perú por el territorio de Leticia. Un día se enteró por telegrama que Carlos Lleras Restrepo había quitado las listas conformadas por consulta popular, reemplazándolas por otras en las que figuraban candidatos puestos a dedo. Gaitán entendió que en esa maniobra primaban los intereses de unos pocos dirigentes del liberalismo por sobre la voluntad del pueblo y estableció una nueva táctica: en 1933 rompió con el Partido Liberal y pasó a formar parte de la UNIR, la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria. Pero allí tampoco se sintió cómodo y se fue a los dos años.
“Mi padre no se hallaba en la UNIR porque creía que eran dogmáticos, pretensiosos y con deseo de figuración. Todo lo contrario al gaitanismo, que él plantea en su famosa frase: ‘Yo no soy yo personalmente, yo soy un pueblo que se sigue a sí mismo cuando me sigue a mí, que lo he interpretado’. Eso es lo que Gaitán quiere de un líder, y por eso no congenia con los dirigentes de la UNIR y vuelve al Partido Liberal donde ve que hay más posibilidades de algo popular”, explica Gloria.
Un año después de regresar al liberalismo, en 1936, afrontó el desafío de ser alcalde de Bogotá con la intención de crear “una administración de acciones colectivas”, pero su gestión duró apenas ocho meses: tras un conflicto con los choferes de taxis debió dar un paso al costado.
¿Cómo fue ese acontecimiento que terminó con su destitución?
Eso ocurrió a partir de una marcha de los choferes de taxis, a quienes mi padre quería uniformar por cuestiones higiénicas, culturales y sociales. Los sindicatos —manejados por comunistas— junto a los dueños del transporte y el presidente de Colombia, Alfonso López Pumarejo, lo terminaron sacando.
¿Cómo era su relación con el Partido Comunista?
El Partido Comunista detestaba a Gaitán porque no era marxista y sobre todo porque Moscú, planteando la ley del materialismo histórico que se extendió a todos los partidos comunistas, afirmaba que para llegar al comunismo era indispensable partir del feudalismo y pasar por el capitalismo y luego por el socialismo. Ellos decían: “Colombia es feudal”, y como la revolución iba a ser a partir de la dictadura del proletariado, se necesitaban muchos. Por eso apoyaban a Alfonso López Pumarejo, al que calificaban como burgués progresista. Mi padre pensaba que se podía pasar al socialismo directamente, sin conformar el capitalismo.
Esta destitución sucede en 1936. Luego, en menos de diez años, Gaitán es un líder de masas.
Es que ya era un líder; su liderazgo comienza con su trabajo en las ligas agrarias. Algunas personas dicen que su figura se establece cuando da el debate antiimperialista frente al problema de las bananeras, pero en ese entonces él ya era parlamentario, y eso no se lograba sin una base electoral fuerte. Aunque en aquel momento fue nombrado por los senadores del departamento de Nariño, ya tenía un prestigio adquirido a partir de su papel como dirigente estudiantil y por su participación en las huelgas, donde se imponía para hablar; incluso lo bajaban y él se volvía a subir.
En ese tiempo también recibe el Premio Ferri.
Claro, que era como recibir hoy en día un Nobel. Los periódicos lo alaban mucho y comienza a tener una importancia muy fuerte como penalista. Entonces, el periplo para convertirse en la figura política más importante de Colombia, en 1947, comienza desde que es estudiante. Con aquella destitución no fue desprestigiado, e incluso hubo manifestaciones a su favor cuando lo sacaron de la alcaldía.
Dice que el debate de la “Masacre de las Bananeras” no establece su figura política, pero sin dudas fue algo muy importante. ¿Cómo jugó esa intervención en su carrera?
Él era un penalista y se moviliza a La Ciénaga como tal, a defender a unos presos. Mientras en el parlamento los comunistas discutían contra el imperialismo teóricamente, mi padre va a comprobar si hay fosas comunes, a ver cómo se produjo la masacre. Es una investigación netamente penal en la cual sindica al ejército colombiano de tener una rodilla ante el oro yanqui. El no discute las formas de explotación, sino que hace una defensa penal para poder sacar a los obreros presos: pide una indemnización para ellos y entrega su dinero de parlamentario a las viudas de la masacre.
Volviendo a su etapa de líder establecido, por esos años lanza la frase: “Esta avalancha humana vencerá a la oligarquía liberal y aplastará a la oligarquía conservadora”. ¿Cómo era esa relación con la cúpula del Partido Liberal?
¿Cree que después de aquel año, con Lleras Camargo en la presidencia, se inicia la persecución del gaitanismo?
Sí, pero para retomar y que sea más claro es necesario explicar que Gaitán venía teniendo una presencia importante a nivel país, en defensa de lo que él llamó “el país nacional”. En 1944, a mitad de su mandato, el presidente Alfonso López, por contratos espurios, toma la decisión de retirarse, pero no de forma permanente. Cuando toma el cargo de la presidencia Darío Chandía, Gaitán es Ministro de Trabajo.
¿Y qué papel cumple allí?
Es clave: realiza un recorrido nacional para fortalecer los sindicatos, entre muchas otras cosas. En ese momento existe la posibilidad de que, si el presidente no regresa y según el tiempo de mandato que reste, se llame a elecciones o asuma un designado. Al ver que la candidatura de Gaitán toma mucha fuerza, Alfonso López Pumarejo vuelve a la presidencia para estar en el cargo el tiempo suficiente y poder colocar a un designado suyo: ni más ni menos que Alberto Lleras Camargo, a quien le decían “Mister Lleras” por su papel pro norteamericano. En ese momento, cuando asume Lleras, se ve claramente una persecución al movimiento gaitanista, primero en Cali y luego en los diferentes municipios.
¿A qué se refiere concretamente con “persecución”?
Comienzan los primeros asesinatos, pero antes de los genocidios se realiza una estigmatización. El contexto es el siguiente: en 1945 Gaitán hace una gran reunión en la plaza de toros, en la que lo proclaman candidato a la presidencia. ¿Y cómo surge eso? Bueno, imagine que estamos a un año de las elecciones y hay que nombrar los candidatos. Están aquí en Colombia los llamados jefes naturales de los partidos, tanto en el Conservador como en el Liberal, quienes tradicionalmente son puestos a dedo o en círculos cerrados. Y así pasó aquel año: nombraron a Gabriel Turbay como candidato natural del Partido Liberal, violando los estatutos del partido. Gaitán lo denuncia y dice que “frente a esa decisión amañada, nosotros vamos a hacer una convención popular”; allí es postulado a la presidencia para las elecciones de 1946.
¿Era un escenario de todos contra todos, de liberales contra conservadores y de liberales contra liberales?
¡No, fueron las autoridades que planificaron esto! Primero se estigmatizó al gaitanismo. Luego hubo unas elecciones donde Alberto Lleras Camargo —un presidente aparentemente liberal—, favoreció al candidato conservador (Ospina Pérez) y se desarrollaron ataques contra liberales y turbayistas. Después subió Ospina Pérez al poder y se conformaron los grupos de sicarios, que eran de la policía, para perseguir exclusivamente a los gaitanistas, no ya al resto de los liberales. Ospina Perez creó un gobierno de unidad que se llamó la Unión Nacional, en el que el oficialismo liberal y lo que había sido el turbayismo se unieron al gobierno conservador para garantizar la gobernabilidad. Es decir: allí, en 1946, comenzó sistemática y premeditadamente el genocidio contra el movimiento gaitanista, como lo ha confesado quien era el jefe de la policía.
Su padre no logra la victoria en las presidenciales de 1946, pero un año después es el actor principal y gana las legislativas ampliamente. ¿Qué pasó?
Después de perder convoca a una Constituyente Popular, para conformar un programa donde la lucha se basa en la psicolingüística: toma al partido liberal a través del lenguaje, proponiendo nombrar directorios liberales departamentales y directorio liberal nacional. Ahí ya se habla del jefe único del Partido Liberal; es una toma virtual. Paralelamente, la violencia que se va viendo, en vez de disminuir al gaitanismo lo hace resurgir y lo sitúa como la fuerza política más importante del país. Se dio un proceso masivo en esa constituyente, donde se convocó a todos los liberales, incluso a los seguidores de Turbay, que eran los rivales dentro del partido.
Gaitán jefe único.
Sí, surge el nuevo partido, el Partido Liberal gaitanista, que incluso gana votos en los barrios conservadores. En los pueblos obtiene mayorías, pero es importante marcar que a partir de 1947 el Partido Liberal es uno nuevo: funciona con la orientación y con nuevos estatutos salidos de la constituyente en la que se convoca a liberales y conservadores. Tanto que el primer artículo dice: “El partido liberal, es el partido del pueblo”.
¿Y qué pasa con los ex jefes del Partido Liberal?
¿Y en la sociedad, cómo se vivía ese inicio del periodo de “la violencia”?
Terrible. En los pueblos conservadores fue donde más se sintió la violencia, porque el pueblo conservador, al votar al liberal Gaitanista, sufrió una reacción por parte de la oligarquía conservadora debida a la perdida de la fuerza política. Eso generaba una apariencia de liberales contra conservadores, pero no era así. Comúnmente se sitúa el inicio del período llamado “la violencia” en 1948, con el asesinato de mi padre, pero en los primeros años el pueblo liberal ya sufre la violencia oficial. Al principio resiste, pero no se arma. Luego sí se arma y se va para el monte, como autodefensa y porque se ven obligados. Allí se forman las primeras guerrillas liberales, a inicios de 1950. Pero a partir de 1945 se empieza a sentir la violencia estatal; es el Estado mismo el que la determina.
El 9 de abril de 1948 se aproxima a cada respuesta.
Aquel día pasó a la historia como “el Bogotazo”, pero Gloria tiene una definición que le cabe mejor a la verdad histórica: “Fue la insurrección del 9 de abril, se dio en toda Colombia”. En el contexto de la IX Conferencia Panamericana —que dará paso a la Organización de los Estados Americanos (OEA)—, y el día anterior a su asesinato, Gaitán había defendido con éxito al teniente Cortés en un juicio que había tomado una gran repercusión pública.
“Salió en hombros, llevado por los militares”, cuenta su hija. Llegó a su casa y a la mañana siguiente partió hacia su oficina ubicada en pleno centro de Bogotá, donde hoy se encuentran unas cuantas placas recordatorias que luchan por hacerse visibles a pesar de la dejadez evidente. A las 13:05 de la tarde, Gaitán bajó de su despacho acompañado por gente de su entorno. Allí lo esperaba la muerte: lo balearon y falleció apenas unos momentos más tarde.
Lo que sigue son miles de versiones, declaraciones y cuentos, que finalmente encuentran la verdad en la llamada operación Pantomima, repleta de artífices necesarios.
Son muchos factores. Entre ellos, Marshall dijo: “Esto es lo que yo necesito”. Como había una corriente progresista en Latinoamérica que no quería que se formara la OEA, lo mejor era que mataran a Gaitán, se armara una insurrección y se les echara la culpa a los comunistas. Calcularon entonces que el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán tendría como resultado una gigantesca explosión popular. Así impactarían emocionalmente a los renuentes a crear la OEA. Era lo que necesitaban para convencer a los delegados de la Conferencia Panamericana de las bondades de la creación de la OEA.
¿Cuál fue el papel de la CIA?
La CIA intentó sobornar a mí padre para que dejara la política a cambio de una cátedra de derecho penal en la Universidad Sorbona de París o en la Universidad de Roma. De acuerdo al lugar que eligiera, le ofrecían un apartamento lujoso en esa ciudad y dos fincas, una en la Sabana de Bogotá y otra en los Llanos Orientales, y la financiación necesaria para que sus hijos pudieran estudiar por el resto de sus vidas en cualquier universidad o colegio de Europa. Yo le decía que acepte y él se reía. Por supuesto no aceptó, y eso desencadenó el siguiente plan.
Su padre también estaba haciendo una investigación sobre el petróleo.
Sí, mi padre estaba analizando y debatiendo sobre una explotación petrolera dolosa que se estaba realizando en Colombia. Mi madre, Amparo Jaramillo de Gaitán, contaba que mi padre estaba adelantando una exhaustiva investigación sobre el tema del petróleo. Ella le insistía en que no dejara en su oficina el material probatorio porque “de tu oficina te los van a robar”. El 9 de abril, cuando mamá reconoció que mi padre había muerto, lo primero que hizo fue irse a la oficina para recoger el material. La puerta de la oficina no estaba forzada y allí estaba solo la secretaria, llamada Cecilia. Los cajones del escritorio donde guardaba los documentos de la investigación estaban vacíos. El magnicidio de mi padre fue organizado por la CIA, conjuntamente con el gobierno colombiano. Hubo un agente clave, que fue John Mepples Spirito, un entregador concreto que fue Plinio Mendoza y el ejecutor, Roa Sierra.
¿Qué pasó después de ese día en la vida de Colombia?
Creo que hubo años de una confusión generalizada y una persecución que hizo que los liberales se fueran a la guerrilla; distintos liberales, gaitanistas y no gaitanistas. Comienzan entonces esas guerrillas a tener una ideología marcada por la burguesía y, ahí, cuando el Partido Liberal es mayoría y el conservador Laureano Gómez quiere llegar al poder, sí empieza algo de liberales contra conservadores, donde la guerrilla es netamente liberal. En el pueblo de Nazaret comienza a hablarse de los liberales limpios y los sucios. A estos últimos los penetra el partido comunista y se forman las guerrillas comunistas.
Pasaron casi setenta años del asesinato de su padre. ¿Qué queda del gaitanismo hoy?
Voy a decir una cosa espantosa, quizás: solo queda una organización. El ELN es lo que queda del gaitanismo. Fui invitada por los “elenos” a su campamento cuando el cura (Manuel Pérez Martínez, “El cura Pérez”) era el comandante mayor. Coincidimos en todo menos en secuestrar a un ser humano; sea quien sea, no es revolucionario. Y no solamente eso: la voladura de oleoductos que polucionan los ríos también me parece inaudita. Me lo explicaron muchas veces y muchas veces no lo entendí. En aquella visita, recuerdo que una mañana nos despertamos con el himno nacional, como siempre. Cuando empezó a iluminarse el día y yo me estaba bañando en el rio, comencé a escuchar la voz de mi padre: habían puesto los discursos de Gaitán. Su voz recorría esas montañas…
fue una de las sensaciones más hermosas que tuve en mi vida.