Crónicas Bolivarianas
La lucha por la tierra urbana está en el centro de la revolución bolivariana y Mariela Machado es una voz imprescindible en ese proceso. Desde Venezuela Marco Teruggi nos habla de ella y de un país que busca sus raíces para modificarse radicalmente.
Por Marco Teruggi
Fotos: Geovanny Sandoval
Tal vez sea porque creció bajo la lluvia que arrastra las casas, y con ella se hizo fuerza y no derrota, que cuando Mariela Machado habla hay una música negra cercana a la luz. Quizá por eso muchos la escuchan, y cada día lo construye pensando en el que sigue, que para ella ya tiene forma y hacia allá va, con otros. Por eso su palabra cuenta, critica, obliga a más.
Comenzó en el año 2002 formando parte del primer Comité de Tierra Urbana, en el barrio 19 de abril, en La Vega. Ahí se incorporó a lo que denomina el movimiento popular organizado. En la lucha, cuenta, estuvo siempre. Era entonces febrero y el presidente Hugo Chávez había promulgado el decreto 1666, que daba inicio al proceso de regularización de la tenencia de la tierra urbana, a la rehabilitación de los asentamientos populares.
La realidad no dejaba de golpear. En su comunidad, por ejemplo, se encontraban personas con más de 70 años habitando una casa sin título de propiedad, en el temor permanente al desalojo, al derrumbe. Así era, el legado de un modelo. “La Cuarta República nos arrimó hasta los cerros, a vivir en los barrancos, y la empresa privada hizo de la vivienda un negocio donde no tenemos opción”, explica.
La titularidad de la tierra primero. Y con algunos años de organización decidieron que se debía hacer más: ocupar nuevas tierras, ociosas, subutilizadas, necesarias para demasiados. En el corazón de la ciudad. Entonces organizaron un nuevo frente de lucha: los campamentos de pioneros.
Comenzaron a tomar terrenos y construir lo que han denominado Nuevas Comunidades Socialistas. Y se articularon con otros para formar el Movimiento de Pobladores y Pobladoras. A partir de allí, entre otras cosas, participaron en la elaboración de la Ley de Tierras Urbanas aprobada por la Asamblea Nacional en el año 2009, y hoy existen 11 campamentos en construcción y 34 en espera, con el terreno ya ocupado. Entre otras cosas.
El Campamento Kaika-Shi
Mientras Mariela Machado mueve las manos varias personas se acercan con preguntas. Es sábado por la tarde, y en el Campamento de Pioneros Kaika-Shi hay jornada de trabajo voluntario. El terreno está en la redoma La India. Desde allí se ven los primeros barrios de La Vega trepados sobre los cerros. Allí vive todavía con sus hijos. Uno de ellos participa junto a ella desde que ocuparon el terreno. Allí había un taller de pintura, de cocina industrial, tanques de gasoil, un estacionamiento para 150 camionetas, una familia española ganando 150 mil bolívares mensuales con él.
Cuenta y recuerda cuando iniciaron la toma con 80 familias en el 2010. Y mira hacia más atrás, hasta el puente que cada lucha tiene. En este caso 1974 cuando una lluvia –otra vez la lluvia que arrastra- dejó centenares de damnificados que se organizaron para tomar el mismo terreno donde hoy se encuentra Kaika-Shi.
Hicieron huelga y “les dieron una paliza, los metieron presos, los sacaron de aquí, les dijeron que cuando sus casas estuvieran listas los iban a reubicar aquí en este sector. Hicieron 3 torres y se las dieron a la gente que menos necesidad tenía, a sus amigos de la Cuarta, sus colegas del partido, pero este lote no lo construyeron porque el gobierno de Carlos Andrés Pérez se llevó los reales”, cuenta.
Ahí había un muchacho. Tenía 17 años. Hoy sigue en el movimiento popular organizado, acompañando de cerca la toma. Y tiene un nieto que lleva por nombre Kaika-Shi, sol y luna en lengua Wayuu, otro puente, hacia lo primero.
Tomaron entonces el terreno cuatro años atrás. Y con las 80 familias montaron guardias todas las noches, turnándose, organizando así cada paso: la ocupación, la resistencia y luego, la construcción. Vendrá en breve, la vida en común entre los habitantes de las 100 viviendas que allí serán hechas. Sobre eso ya están discutiendo, ya le han dado forma. Una semana hay asamblea, la otra formación política. En el Campamento están construyendo una estructura de tres pisos para esas actividades. “Aquí no estamos haciendo casas, aquí estamos tratando de hacer organización, organización comunitaria, para la vida”, explica.
Lo estratégico en la organización
Mariela Machado se detiene en un pilar central de este proceso organizativo: la autogestión, que es para ella el camino para el empoderamiento popular, una forma de mirar y concebir los procesos políticos y sociales, de entender la revolución. Desde allí las prácticas, apuestas y críticas.
“Con la autogestión tú decides, diseñas cómo quieres vivir, comer, no solo es la vivienda, mañana va a ser la educación, porque en el sistema educativo debe participar la gente, cómo quiere ser educada, y romper esa forma del maestro allá y el muchacho aquí puro recibiendo órdenes, no, tiene que ser un sistema educativo diseñado por nosotros”, explica. De fondo se oyen los ruidos a martillos, viga y ciudad, se ven las plantaciones de alimentos del campamento.
Por eso las viviendas de Kaika-Shi están siendo construidas por las familias que tomaron el terreno, -solo 9 personas fueron contratadas desde afuera, para la asesoría técnica-. Por eso este sábado hay trabajo voluntario. Como por las tardes en la semana. Porque da vida cotidianamente a la autogestión. “El trabajo voluntario dignifica el trabajo, y te preocupa por la necesidad del otro. Es una ayuda mutua, yo soy cabillero, yo carpintero, yo albañil, eso lo unimos, colectivizamos el trabajo y eso nos sirve para dignificar la vida”, dice. Todos tienen entonces la misma posibilidad: el que trabaja y tiene un sueldo fijo mensual así como el que vende café en la calle”, agrega.
Así concibe el proceso de organización, el hacer de la transición. Mira a los jóvenes en la jornada de trabajo y explica: “Ellos no están en un centro comercial, ya eso es un logro, antes no había otra cosa que no fuera ir a un centro comercial y mirar vidrieras para gastar, y ser cada día más consumista”. Sabe que al finalizar estas viviendas todos las cuidarán, porque fueron trabajadas, justamente ganadas.
Pero también sabe que son minoría, necesaria y estratégica, pero minoría en trabajar con ese horizonte dentro de un proceso masivo y nacional: la Gran Misión Vivienda Venezuela, que “nació para darle respuesta a esos años de desidia, y eso es muy bueno, pero también nació dándole más fuerza al asistencialismo”.
Las relaciones con ese otro, el Estado
Su análisis es el siguiente: “El asistencialismo es un peligro para los procesos a los que estamos tratando de llegar en la revolución, porque te desclasa a la gente, porque todo se lo dieron, la casa, la cocina, la nevera, todo, hasta el mercado, ¿qué aporte das tú cuando te dan?, cualquiera te puede dar, te puede dar la derecha y también la izquierda”. La autogestión como parteaguas. “Te dicen que el pueblo tiene que tener poder, pero mientras sean asistencialistas ahí no hay ningún poder”.
Por eso Mariela Machado espera que al finalizar los edificios en Kaika-Shi nadie se desclase. Por eso los esfuerzos están puestos en construir organización. Que la gente “esté consciente de que es una lucha de clase, marcada”. A medida que explica se dibuja ese otro, el Estado, que simultáneamente financia –el capital económico para construir las viviendas de los Campamentos proviene del Estado-, al tiempo que busca aplastar la autonomía, pero también la promueve, y a veces ignora.
“Te vienen a competir las instituciones con proyectos”, explica. En efecto, para un mismo terreno son varios los proyectos que se presentan, centralmente a Petróleo de Venezuela S.A (Pdvsa), para que sean financiados. Algunos son presentados por instituciones, otros por parte de Pobladores. De allí la necesidad permanente de la formación: “Fortalece la lucha, da claridad para el análisis, para tomar decisiones, y para el debate frente a las autoridades que quieren estar por encima del pueblo, para combatir el Estado que no reconoce al otro, el Estado capitalista que está impregnado en muchas de nuestras instituciones”.
Los balances que hace de los años bolivarianos tienen el tiempo del avance y el de resistencia, la estatal, muchas veces. El avance por ejemplo con la ley, explica, como un punto central: algunas tomas se han realizado con el apoyo institucional, el acompañamiento desde la misma entrada al terreno. Pero otras no. El pasado 28 de diciembre al tomar un terreno en Caracas fueron reprimidos, y una compañera resultó detenida y puesta bajo régimen de presentación.
“Para este tipo de movimiento popular su aliado es la calle, las tomas masivas, reconocer al Estado si se sienta tú a tú. Ahora tenemos fuertes alianzas, pienso que han reconocido nuestra lucha”, dice. Ese Estado que opera de múltiples maneras, contradictorias muchas veces. Y en él un hombre, que aparece en su voz como el principal aliado: Hugo Chávez, quien ratificó algo que siempre afirmó Pobladores, la necesidad de la autonomía frente al propio Estado.
Hasta que la lluvia
Cuando Mariela Machado deja de hablar queda su música en boca de muchos. En el hombre que está clavando, la mujer que lleva una tabla, el joven cargando un saco de cemento. También en su hijo Jorge, que se acerca hasta ella y le cuenta que finalizó el recorrido que hizo junto a la tropa de circo cubano que vino a presentar su espectáculo a Kaika-Shi. Porque cada sábado, en horas del mediodía, hay una actividad recreativa en el campamento, para la risa y el encuentro.
Jorge creció con su madre en este andar. Ahora también es referente. En uno de esos edificios tendrá su vivienda. Luego aportará su experiencia para realizar nuevas tomas. Porque en cada campamento se conforma un grupo para impulsar ocupaciones. Crecer, multiplicar los procesos de autogestión, recuperar el suelo urbano y allí construir comunidad, ese es el camino de los pobladores y pobladoras.
También el de esta mujer, que se hizo sujeto de lucha en su barrio, en el movimiento popular organizado que centra su esfuerzo y quehacer en la calle, en los barrios desbordados de Caracas que todavía le temen a la lluvia, esa lluvia que Mariela Machado lleva en la palabra, que hizo vida con la lucha, y con ella buscar lavar la noche, con otros, cada día.