El periodista y escritor Román Iucht nos ayuda a pensar el mundial de Brasil. Negocios, política, medios y ¿fútbol de izquierda o de derecha? Pura sanata, sentencia: “Justamente, el juego bonito, vistoso, y que algunos ideologizan ‘de izquierda’, es el que plantean los más poderosos”.

Por Javier Campos

Fotografía: Ariel Vicchiarino

Otra vez nos abren la puerta de Radio Continental, como aquella mañana en que fuimos en busca de Víctor Hugo Morales. Ahora esperamos por un desobediente, como lo describió no casualmente el relator uruguayo, en ocasión del encontronazo entre nuestro entrevistado Román Iucht y el extécnico del seleccionado nacional, Alfio Basile, allá por 2006. Lo que saltó a la fama con una frase lapidaria del tenor “vos sos contra”, como le dijo el Coco a Román, terminó —luego de aquel episodio— con el joven periodista echado de TyC Sports. Cambio de época o época de cambios, actualmente Iucht está presentando un libro sobre el DT de la Selección, Alejandro Sabella; su segundo trabajo editorial luego del que realizara sobre Marcelo Bielsa. ¿Correrá la misma suerte el actual DT que el rosarino? “Esperemos que no”, dice y cierra la pregunta aunque después volvamos a compararlos.

Frente a frente, Román Iucht mantiene esa tranquilidad que se le vio ante el vozarrón de Basile. Prefiere un silencio, o una pausa inesperada, a conceptos de ligereza argumentativa y lingüística. Sobre todo cuando le traemos menudas preguntas: ¿Qué es, qué significa socialmente, qué representa un Mundial?, le tiramos así, todo junto. Entonces no le queda más que cruzarse de piernas y llevar su mano al mentón. “No podría hablarte de la generalidad. Pero sí es cierto que si en algún tiempo el mundial fue un fenómeno deportivo, en estos tiempos se convirtió netamente en un fenómeno comercial y social. El que sabe se compenetra, el que no sabe quiere saber. Cualquier encuentro que se da va a estar inmerso en este hecho tan importante. Y es, hasta en un punto, lo más peligroso, porque parecería que no ocurre nada más que lo que pasa en el mes del mundial. La realidad es que el mundo sigue andando, la gente sigue con sus problemas y sus objetivos. Ahora, por otro lado, si vamos a lo que significa lo cultural, como tradición o usos y costumbres, por supuesto que no imagino que el mundial se viva igual acá que en Noruega”. No se perdona citar a un equipo que no juega en Brasil, corrige y sigue: “Bueno, Noruega no está en el Mundial, pero por caso… ¡Bosnia! Y hay países con tradición futbolera, por ejemplo Francia, que tampoco se vive como acá. No está ni bien ni mal, pero el meridiano futbolero no los atraviesa, no los impacta como acá. Eso es evidente. Y en el caso de los mundiales son los momentos donde la gente siente la pertenencia: dice ganamos, perdemos. Es una sensación muy potente”.

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—¿Pero por qué con el fútbol?

Si repasamos la historia, los mundiales en los últimos treinta años fueron creciendo al ritmo de los medios de comunicación. Nada en el mundo creció tanto como los medios masivos, nada. Y los mundiales lo amplifican desde un lugar muy evidente. Pienso que hay una sinergia; los mundiales crecieron por los medios o los medios por los mundiales. Hay una especie de connotación y retroalimentación entre las dos cosas. Ahora si lo miramos desde el producto, desde la industria bueno… está en el medio la FIFA y siempre aplica la frase de que el fútbol es ese caso que es demasiado deporte para ser solo negocio y demasiado negocio para ser solo deporte. Pero a la FIFA poco le importa en el fondo el juego en sí mismo, pero sí le interesa mostrar el producto que es el mundial, propio de una multinacional, la FIFA que vende una industria, que se llama fútbol. La FIFA como una de las treinta multinacionales más grandes del mundo, de las más poderosas. Cosa que te demuestra lo que gana con estos torneos.

—Hablaste de cómo atraviesa el fútbol a los argentinos. ¿Se puede encolumnar lo nacional detrás de una camiseta?

Sí, con todos los problemas que eso acarrea. Lo bueno y lo malo. Y pasa porque el argentino presume de saber hacer algunas cosas bien: bailar el tango, tener una buena cocina, hacer el mejor dulce de leche, inventar la birome y ¡jugar bien al fútbol! Así que son ejes detrás de los cuales se compenetra.

—¿Por qué decís que “presume” jugar bien al fútbol?

Porque si uno lo piensa, desde 1990 Argentina no llega a jugar los siete partidos, es decir, no llega a la final. Y se jugaron diecinueve mundiales, de esos fue campeón dos veces, uno con un mundial que organizó en 1978 y con connotaciones particulares, algo que no opaca el esfuerzo y la capacidad de los jugadores, pero existieron otras cosas. Fue subcampeón del mundo en el treinta, que era otro fútbol; después se coronó campeón en el ochenta y seis y segundo en el noventa, donde ahí sí jugó los siete partidos con algo que es causalidad y no casualidad: Maradona, el mejor del mundo. Entonces, la presunción del argentino que juega bien al fútbol, que tiene que ser campeón del mundo, o que tiene que jugar los siete partidos queda al desnudo al ver que es una excepción y no la regla. Y además que tuvo que ver con tener al mejor de todos los tiempos. Son exageraciones de lo bueno y de creer en muchos casos que somos más de lo que la realidad muestra que somos. Eso muchas veces se traduce a los modos de vida.

—En el repaso nombrás el Campeonato del ‘78 y el Sub del ‘90. Si te cambio mano a mano un mundial por otro, en resultados ¿aceptás?

No, pensar eso es deslegitimar lo que hicieron los jugadores. Ese mundial, habiéndolo charlado con protagonistas, tuvo cosas raras, situaciones irregulares. Pero uno tiene que reconocer todo lo que los jugadores hicieron para ganarlo. Que el partido con Perú haya sido dudoso, no saca lo que Kempes hizo para hacer goles, Luque y el resto. Si bien para llegar a Holanda tuvo que pasar Perú, no hay nada para reprochar contra los holandeses porque Rob Resenbriken la última pelota no dijo “la voy a tirar al palo para tapar las sospechas”, no. Fue un partido durísimo, se pegaron y se dieron como en una final. Entonces ese mundial es observable por cuestiones políticas y por lo que representaba el mundial como espaldarazo de esa dictadura y sus nefastos objetivos. Pero el Pato Fillol, Passarella… son jugadores que jugaban por la Selección y la gloria deportiva, mirá, remarco esto: la gloria deportiva. Porque ellos ganando el campeonato del mundo, económicamente no les cambio nada comparado con muchos equipos que vinieron después y no pasaron de cuartos de final, se salvaron para toda la cosecha. No es una crítica negativa a los actuales. Pero expresa mucho qué se jugaban antes.

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—En Brasil se dan muchas situaciones que evidencian problemas estructurales de desigualdad, pobreza y exclusión. ¿Cómo ves eso en relación con lo placentero y espectacular del fútbol?

Es que una cosa es lo que a mí me representa la FIFA, como te decía: una multinacional, que como ninguna otra podría presentarse como solución a la pobreza. La FIFA propone un gran negocio cuando organiza el mundial. Hay que prestar atención a la construcción de los estadios, con esos edificios de cincuenta pisos, para ponerle una comparación: ahí gana más que en otros sectores. Después sí, vende entradas, etcétera. Ahora no lo pondría desde lo que el espectáculo promueve porque, sí es una obscenidad que se paguen cien millones de euros por el pase de Gareth Bale, obvio. Porque también se puede decir “¿cuántos chicos en Ruanda podrían comer con el pase de Gareth Bale”? Bueno pero el mercado del fútbol genera eso. Otro ejemplo son los contratos de los jugadores: se dice, de tal jugador, firmó un contrato de tres millones de euros por año, bueno pero ¿qué es lo que produce ese jugador? Para el mercado mueve mucho, son artistas, tienen un caché alto en función de lo que generan.

—Sí, quizás usando tu terminología, lo obsceno es que ese gran espectáculo, con sus altísimos costos se direcciona principalmente a los sectores populares.

Eso lo veo como políticamente correcto: decir que el fútbol es para los pobres. Lo ves en la cancha, hay energúmenos, que reaccionan de la peor manera, desde los palcos más caros. La idea de que el fútbol es para los pobres y el entretenimiento de los pobres es un pensamiento que se debilita por su propio peso. Ojo, sí para jugarlo, veintidós pibes con una pelota, desde lo inclusivo, el fútbol sí es para las clases populares. Pero se ven involuciones en ese concepto, porque cuando yo era chico ese razonamiento era porque estaba lleno de potreros, canchas de barrios, pero no hay más nada de esto. Sí es cierto que un pibe pobre, humilde, seguramente juegue al fútbol y no a la Play. Pero hoy ese pibe aun siendo pobre tiene más cantidades de elementos que tiempo atrás otros pibes no tenían. Y por otro lado, si todavía hoy no los tiene, tampoco sobran los potreros para que el chico se forme futbolísticamente ahí. En algunos lugares del interior puede ser que la tendencia sea menor. Pero la realidad es que no los hay y en parte explica por qué tampoco salen tantos jugadores.

—A la vez hay una mezcla de la base social de los jugadores y un mercado por arriba, elitista. Un ejemplo actual es Tevez, antes Maradona.

Eso desde ya. Lo que tiene que ver con la media, el universo de los jugadores de fútbol está compuesto por un ejército de pibes de las clases bajas y medias-bajas. Y esto lo hace complejo para analizar y para ponderar el mundo de los jugadores a la hora de que estas nuevas estrellas se cruzan con plata, fama, mujeres… que no necesariamente es prestigio.

—¿Tevez es la expresión del hincha argentino medio?

Posiblemente, pero eso responde al juego de Tevez. Y hasta el propio Sabella en el libro que hice reconoce su calidad de jugador y nadie podría negarla. Ahora, que la gente lo pida para la Selección tiene dos bases fundamentales: una que jugó en uno de los clubes más populares del país y respondió en su ADN perfectamente a la impronta de Boca. Lo otro, que se une a lo anterior, es su estirpe de personaje vendedor del cual los medios hacen su festín. Porque en cuanto a marketing, Messi no está representado con ninguna camiseta de un club grande popular y mediático. Tevez tiene el cartel perfecto para instalarlo y lo digo sin prejuicio sino para exponer cómo los medios pueden vender, a partir de la etiqueta, a un: villero, bostero, pobre, desfachatado, y finalmente ganador…

—Si me alejo del marketing, de lo mediático, llegamos a Sabella. Alguien que se podría definir como un trabajador, un tipo sencillo, detallista, silencioso… Me hace acordar a Bielsa, aunque ojalá con otro resultado.

—Mirá… si nos tomamos por el resultado y asociamos a Bielsa por lo de 2002, no. No hay que compararlo en eso. En su forma de trabajar y su modo de vida sí celebro que sea parecido a Bielsa. Porque pienso que el tránsito, en todos los aspectos de la vida donde el fútbol es uno, es tan importante como la llegada y el resultado final, sin negar que estamos hablando de fútbol y en el Mundial le fue mal, punto. No podemos tapar el sol con la mano, ni el propio Bielsa lo haría: el fútbol es un deporte para ganar y él perdió. Pero es cierto que Sabella tiene muchas características de Bielsa, poco argentinas. Poco argentinas futboleras, para ser más preciso.

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—Si le va mal le van a caer igual que a Bielsa…

¡Peor! Sí, lamentablemente se le va a caer peor. Porque Bielsa, a su manera, generaba algo que era la confrontación con ideas y eso dejaba desnudos a muchos periodistas. Sobre todo a aquellos que iban un rato para conseguir el primer título. Pero después las conferencias seguían y quedábamos pocos cuando los temas no eran la coyuntura amarillista. Él preguntaba ¿y a usted qué le parece? Evaluaba al preguntador. Había que estar a la altura para poder debatir con Bielsa. Y Sabella, por más que tiene una capacidad inmensa, hasta evita esta confrontación; lo que para muchos es ser tibio, no tener personalidad. De hecho, si no lo lleva a Tevez es que tiene mucha personalidad, porque para él sería más fácil llevarlo, cumplir con lo que quiere muchísima gente. Sería más demagogo, más populista, más simpático. Pero al no llevarlo, no está tomando una posición cómoda. Así que si Argentina no tiene un buen mundial por lo primero que le van a pegar, es por no llevar a Tevez y por el arquero.

—¿Se puede imaginar una Argentina campeón del mundo?

Uno no puede ponerse en el lugar de imaginar lo que va a pasar: tenés que vivirlo. El mismo Sabella me dijo que le aparece en su mente ese momento, pero que se le va rápido. Y te digo que la vida es eso que pasa mientras Sabella está pensando cómo ganar un mundial. Pero, es obvio que si lo gana, esto sí lo sé, se le van a subir muchos al carro.

“Conductor de Tirando Paredes; escribo en Canchallena; Un Caño y Playboy”, reza el poco activo Twitter de Iucht, quien no se muestra del todo cómodo a la hora de sentenciar sus posiciones cuando el fútbol nos lleva a los medios, y los medios a la política. Aunque para eso tendrá su explicación: “Justamente en este país, mucha gente opina de muchos temas con absoluta liviandad, y yo trato de tener una opinión lo más responsable posible, por eso hablo de lo que sé y nada de lo que no sé”. Dos medidas importantes —y en cierta medida, unificadas— como lo son la “Ley de medios” y el “Fútbol Para Todos”, cruzan de lleno la profesión de quien pivotea entre Víctor Hugo Morales y Fernando Bravo. ¿Entonces? “Está buenísimo que el fútbol sea gratuito, es súper saludable. Y en cuanto a la Ley de Medios siempre estuve a favor, más allá de que hay que tener resguardo respecto de ciertas decisiones que tienen que ser observadas”, apunta Iucht y prepara el remate.

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—¿Por ejemplo?

En cuanto a la ley, digo, que fue apuntada directamente contra la concentración del grupo Clarín, hay que tener presente que está el riesgo de que un Gobierno arme su propio multimedio y se termine convirtiendo en un boomerang que termine contradiciendo lo que se proponía. Pero si me centro en el Fútbol Para Todos, sigo pensando que hay cosas que involucionaron: como lo estructural para las transmisiones y la falsa idea de que porque sale por Canal 7 lo ve todo el país; en muchos lugares de la Argentina tenés que tener cable para ver la Tevé Pública, o sea es una verdad a medias, por lo tanto una mentira. Entonces, pienso, si no está la organización para hacerse cargo del fútbol es porque el interés era solamente sacárselo a Clarín pero sin plan a futuro. Y eso está mal, no tener una estructura para sostenerlo está mal. Hay que sincerar que lo importante del producto Fútbol Para Todos es el número, la medición; cosa que se evidenció este año. De lo contrario no se pondría un partido especulando con el rating de Seis siete ocho. Entonces si lo que querés buscar es una función social, tenés que estar por encima de eso. No podés poner un partido en horario del programa de Lanata para sacarle rating o, repito, poner el partido para después pegarle un programa ideológico del Gobierno. A ver, estas cosas no me parecen mal a priori, sí lo que generan: me parece mal que un partido se juegue más tarde ya que en un punto es no pensar en la gente. Pero por ahora todos tienen suerte porque, para mí, hoy el fútbol se mantiene exclusivamente por la pasión más que por todo lo que mediáticamente lo rodea y mucho menos por el nivel del fútbol en sí, que es pésimo y se juega mal.

—Que se “juega mal” o se “juega bien” es una discusión histórica. Si es mejor “ganar como sea” o “ganar bien”, también. Ahora, ¿se puede tender un puente entre lo ideológico y lo futbolístico? Jugar como tipo de izquierda, jugar como un señor de derecha…

Eso es una gran mentira. Es la antítesis, porque el fútbol que supuestamente es de derecha es aquel en el cual se trabaja mucho, se analiza, se estudia al otro. Pero es falso que eso sea “la derecha”, ya que con estos métodos los que menos tenían, los que iban a jugar contra poderosos equipos, pudieron enfrentar y luchar contra los que más figuras tenían y que por supuesto eran millonarios. Justamente, el juego bonito, vistoso, y que algunos ideologizan “de izquierda”, es el que plantean los más poderosos, porque se puede jugar de forma más agradable a costa de comprar a los mejores. Por todo esto me parece ya una discusión perimida, fallecida, no existe como tal. Muy similar a “jugar bien o jugar mal”: es inconducente, no conozco a nadie que diga que quiera ganar jugando mal. El problema es que se plantea una única manera de ganar jugando bien que, al mismo tiempo, es la propuesta hegemónica de los que tienen mucho, entonces seguramente para otros equipos más humildes, jugar bien es otra cosa. El que tiene poco no puede jugar como si fuera un gigante. Y si aspira a jugar así va a perder. No, ese caramelo… paso. Porque si bien algunos utilizan la palabra porque parece políticamente correcta, en el fútbol todo es tan raro que trabajar es mala palabra. Si bien el fútbol no es una ciencia exacta, los directores técnicos tienen que ser intervencionistas y dar herramientas, cosa que se consigue con el laburo. No concuerdo con los técnicos facilitadores que solo aspiran a cómo se levantó el jugador ese día.

—A su vez, el discurso del fútbol lindo y de izquierda se pudo imponer de alguna forma: Ángel Cappa es una especie de revividor de esta tesis con un ejemplo de equipo modesto y juego vistoso.

No. Por supuesto respeto el discurso barroco de Cappa, me parece muy florido, muy seductor pero creo que quedó fuertemente establecido, a partir de su equipo de Huracán de 2009, qué piensa del fútbol: pasaron seis años y sigue quejándose de un fallo arbitral. Sería más honesto que dijera: “bla, bla, bla, pero yo quiero ganar”. Pasa que es más romántico decir “nosotros nos involucramos con la belleza del juego, respetamos el genoma histórico del fútbol argentino”. Y también el discurso reduccionista de decir que determinado jugador es bueno, entonces nació en Barracas. Johan Cruyff nació en Ámsterdam y era un crack; hay miles de ejemplos. Eso va con creer que inventamos el fútbol y no es así; sí es cierto que acá se jugaba de una manera pero afortunadamente se fue adaptando a los tiempos que corren. Era muy romántico que un jugador salga a la cancha con la panza llena, como el Charro Moreno, pero eso era en el cincuenta, todo cambió y nosotros tenemos que adaptarnos también.

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Javier Campos
es periodista deportivo, pero se mueve entre unidades básicas, centros culturales y comités políticos. Se reivindica como el cumbiero que toda revista progre debe tener, y rosquea con eso para no perder su lugar exclusivo. Cree —fervientemente— que cuando la izquierda empezó a escuchar cumbia, el pueblo ya estaba con el reguetton.

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