La lucha contra los genocidas, la defensa de la libertad sexual y el combate por la igualdad de género, la han visto siempre en primera línea. Entrevistamos a Marta Dillon, una periodista y militante imprescindible.
Ella
Un breve currículum de su trabajo en estos últimos treinta años diría que es editora del suplemento Las12 del diario Página/12, autora de los libros Santa Lilita. Biografía de una mujer ingobernable (2002), Vivir con virus (2002), Relatos de la vida cotidiana (2004) y Aparecida (2015), y que junto a la cineasta Albertina Carri fundó Torta, productora del documental La Bella Tarea —sobre los derechos de las mujeres en el parto—, el programa periodístico cultural Visibles —acerca de la diversidad sexual—, y la miniserie 23 pares que, según su descripción, “transcurría en un laboratorio de análisis genético y […] contaba una historia de una familia para pensar las cosas que nos cruzan: la identidad, lo que la sangre dice y lo que calla, los vínculos filiales”.
En 2003, la agencia de noticias Prensa Latina otorgó a Dillon la primera mención del premio José Martí y dos años después la Unión de Mujeres de la Argentina galardonó su labor periodística. En la página de UNESCO, en el apartado que responde quién es elegible para un premio José Martí se lee: “Los candidatos deberán haber contribuido de modo significativo, en cualquier lugar del mundo, a la unidad e integración de los países de América Latina y el Caribe y a la preservación de su identidad, sus tradiciones culturales y sus valores históricos”. Marta va un poco más allá y apela a develar, a promover el pensamiento crítico, a desnaturalizar y provocar extrañamiento sobre las costumbres instaladas: transitar una re-evolución.
Dillon tiende a existir de manera emocional y su currículum no estaría completo sin consignar que, además de periodista y activista, ella es madre, abuela, esposa, hermana, hija, amiga y compañera. Su madre, Marta Taboada, fue desaparecida en la última dictadura militar y esa experiencia provocó que se convirtiera en referente de la agrupación HIJOS desde su fundación, a principios de los noventa. En el imaginario colectivo la instancia de lucha supone una actitud de puño cerrado, pero en Marta pervive una confianza en los cambios que se transmite en su sonrisa permanente.
Se inició en el periodismo desde muy chica y casi sin saberlo. A los dieciséis años empezó en Mendoza con un programa sobre temas generales y entrevistas en horario de trasnoche por Radio Nacional, y en octubre de 1995, a los veintiocho, arrancó la columna Convivir con Virus en el matutino Página/12. Por esos años, en el prime time televisivo proliferaban las campañas oficiales sobre cómo evitar contagiarse esa peligrosa, mortal y extraña enfermedad llamada sida. Lo que pretendían las columnas de Dillon era mostrar la otra cara de esas campañas, es decir, poner el cuerpo y darle entidad al tan temido fantasma del virus. En la primera de sus publicaciones escribió lo siguiente:
“No es que me pase la vida pensando que tengo HIV. No. Tampoco puedo olvidarme, es cierto. Pero de pronto esa certeza de que por mis venas corre algo más que sangre me conmueve. Caminando por la calle, sin aviso, me asalta la idea: soy portadora. No puedo evitar sentirme como uno de esos barcos de desechos tóxicos que no encuentran dónde abandonar su carga de muerte. Yo no soy la muerte. Es premisa fundamental para los que convivimos con el HIV tener muy claro que no somos HIV, solamente convivimos con él, lo portamos. Sin embargo, mientras sigo caminando por la calle Entre Ríos, un rato después de dejar a mi hija en el colegio y buscando entre los edificios un pedazo de cielo que me reconcilie con la maravillosa posibilidad de estar viva, encuentro un mensaje que evidentemente no es para mí. El cartel pide a la población ser humano con quienes padecen el sida. Me pregunto qué le pasaría al señor de la camioneta que acaba de anunciar todo lo que me chuparía, si yo le dijera que sea humano conmigo. Creo que en todo caso sería bueno ser humano con todos, ser un humano de tiempo completo. Sí, ya sé que es difícil elaborar campañas contra la discriminación y que es mejor que exista ésta a ninguna —de hecho muchos compañeros del grupo de autoayuda se sintieron aliviados cuando la vieron—, pero como humilde depositaria de este estigma que se intenta combatir preferiría que no sean distintos conmigo sólo porque convivo con el HIV”.
Para mí, el buen periodismo es mantener los sentidos atentos para poder transmitir la experiencia del otro o de la otra, lo cual se puede traducir en que tenés que exponer el ágora política o la crónica social, pero siempre tiene que haber esa posibilidad de ponerse en el lugar del otro o de la otra.
¿Y cuando ese otro u otra es uno mismo?
En ese sentido te apropiás del propio lugar para poder transmitir una experiencia; no estás transmitiendo una segunda experiencia, pero sí tratando de generar empatía con los lectores. Se trata de pensar qué de universal hay en tu propia experiencia para que sirva ponerlo en el papel y que no sea solo “yo pienso que”, sino apuntar hacia eso que sobrevive más allá de la anécdota. Porque contar anécdotas es fácil, el desafío es quedarse con alguna esencia o perfume de esas anécdotas.
El cuerpo
El tesoro que busca Marta Dillon entre las piedras del sistema parte de un objetivo ambicioso: enriquecer el relato para alcanzar una libertad que la acerque a la verdad, o al menos a una versión de la misma. Las herramientas con las que cuenta son el mapa del cuerpo, la brújula del instinto y las redes que se tejen a través de los afectos y la coincidencia en las búsquedas. Sus hojas de ruta están compuestas por su historia, su experiencia y los valores que defiende con acciones. “Las mujeres ponemos el cuerpo todo el tiempo, está atravesado por disputas políticas, sociales, por la sangre: somos sujetos anclados a un mapa de heridas comunes”, explica. “Aunque no te reconozcas como mujer, hay una experiencia del cuerpo que te hace recordar eso visceral que tiene contacto con el dolor. Poner el cuerpo en primer plano está bueno porque es donde se siente, donde se realizan las transformaciones, y son las herramientas que tenemos para encontrarnos con otros y otras”.
¿El cuerpo femenino?
Yo no puedo pensar en el cuerpo masculino porque la verdad que no lo sé, te hablo desde el cuerpo que lo entendemos como mujer y la dificultad que tenemos para apropiarnos de nuestros goces. Hasta el día de hoy creo que sabemos bastante poco sobre cómo funciona incluso nuestro propio cuerpo: hablás de la eyaculación femenina y el noventa por ciento de las minas no saben de qué estás hablando; te hago un dibujo de un clítoris y no lo reconocen. Falta un reconocimiento de esa potencialidad e inventar nuevas posibilidades de poner el cuerpo en circulación porque, más allá de las disidencias y las orientaciones sexuales, seguimos funcionando en los parámetros heterosexuales de la familia y de la casa de cuatro paredes. El amor romántico sigue circulando en esta idea de que hay alguien para vos que te espera en algún lado y eso es lo más difícil de desarmar. En cuanto a la violencia, hay una erótica asociada a ese goce. Parece que en las peleas viene atada la posibilidad de la descarga, de la catarsis, como si no hubiera otra manera de poner en circulación el cuerpo y el goce sino es desde la apropiación.
Ni una menos
El 3 de junio pasado, bajo la consigna “Ni Una Menos”, se organizó en Argentina una multitudinaria marcha para reclamar por los derechos de las mujeres, en la que Marta fue participante activa. La concentración frente al Congreso convocó a unas doscientas mil personas y al otro día fue tapa de todos los diarios. Dillon explica que hay múltiples tipos de violencia que no se resumen solo en el femicidio, sino que son sintomáticas y dependen de cambios culturales que muchas veces no van al mismo ritmo que la Justicia o las leyes que se dictan para promoverlos. Hace dieciocho años ininterrumpidos se publica el suplemento Las12 —al que siguió el suplemento SOY, editado actualmente por Liliana Viola— y todavía hay contenidos y artículos de corte feminista que no son del todo asimilados por los lectores: hay un delay entre la producción y la recepción que lleva un tiempo, que Marta ya demostró tener la paciencia para sobrellevar y mantener.
“Hay temas que se van resignificando. Para nosotras este año con esa eclosión que hubo el 3 de junio fue sentir que en un momento pasaste al centro de la escena después de estar con pico y pala desde el margen. Aunque fue efímero”, aclara. “Uno de los discursos que circulan es ‘no pegarle a una mujer porque puede ser tu hermana’: siempre hay una relación de posesión con relación a las mujeres y atado al discurso victimizante. Es como cuando dicen ‘nos están matando’: no es ‘no maten más’, es ‘vivas nos queremos’. Nosotras queremos escuchar nuestras voces y que sean escuchadas, que nuestras experiencias valgan, y no en relación a otros sino en relación a esta organización heteropatriarcal que todo lo domina como si fuera la atmósfera”.
¿Cómo creés que se sintió esa experiencia masiva?
Mirá, el “Ni Una Menos”, cuando lo evaluamos y hacemos balance, nos remite a estar en la calle, desde la vulnerabilidad pero hacia esa fortaleza de estar con otras, cosa que sin el cuerpo no existe. Por un lado, la experiencia parecía un duelo colectivo por todas aquellas que ya no tienen voz, pero a la vez significaba la fiesta de estar en ese lugar presentes con voces claras y experiencias que se entrelazaban unas con otras. Estaba el duelo y estaba la fiesta, y me parece que es porque las dos experiencias atraviesan el cuerpo.
Nadie pensaba que iban a dejar de matar mujeres porque se hiciera esa marcha, pero yo creo que sí hay cosas que cambiaron: desde las campañas de bien público hasta la necesidad del gobierno de poner en discusión las políticas de inclusión hacia las mujeres. Ahora hay una publicidad oficial en la que juntan todas las políticas de inclusión y hacen una genealogía desde la estatua de Juana Arzurduy para abajo. Me parece interesante porque antes, la Asignación Universal por Hijo, la moratoria de jubilaciones —que la aprovecharon varias mujeres— o la ley de empleo doméstico eran cosas que parecían aisladas, y al ponerlas en conjunto le estás aplicando cierta perspectiva de género que no estaba en la agenda. Lo del 3 de junio fue una demanda popular y, aún cuando a los dos días ya se estaba ninguneando y se pasó a otro tema, hay algo que se incorporó al lenguaje cotidiano y se volvió una necesidad decir: “Esto se hizo para la inclusión de las mujeres”.
Encuentro Nacional de Mujeres y después
Del 10 al 12 de octubre se desarrolló el XXX Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) en Mar del Plata, con una masiva marcha que, a diferencia del “Ni Una Menos”, fue reprimida con balas de goma en la puerta de la Catedral. Al día siguiente, Página/12 publicó un texto de Dillon que decía: “Contra la irritación que se sintió en la ciudad frente a la cantidad de mujeres que llegaron sin permiso y que anoche se exhibió en gestos de patrones de vereda que salían a patotear a las manifestantes por sus pintadas, la creatividad de los cantos, el sonido de los tambores, la evidencia de la organización de las mujeres, su persistencia. Anoche sí que fue imposible ignorarlas a las sesenta mil que confluyeron desde todo el país para pensarse y pensar de qué manera es posible construir alternativas para asegurar sus derechos y su autonomía […] El ENM salió igual fortalecido, nunca como antes hubo tantas mujeres que llegaron por primera vez a encontrarse con otras”.
¿Qué sigue ahora?
Estamos preparando un foro que se va a realizar del 25 de noviembre al 1 de diciembre y va a consistir en quince días de activismo en contra de la violencia. La idea será poner en diálogo experiencias de diversos trabajos concretos con algunas aproximaciones teóricas, y poder pensar qué alternativas hay a la demanda punitiva permanente en relación a la violencia contra las mujeres que ya sabemos que no da buenos resultados. Porque si bien las leyes imponen cambios culturales muy acelerados que la mayor parte de la gente ve con desconcierto, lo cierto es que no son un fin en sí mismo, y lo que estaba en pugna antes de la identidad de género, está en pugna ahora y eso lo ves, por ejemplo, en Lanata hablando de Flor de la V.