Pagina 14 - Lazcano
Mariano Lazcano

Seis menos diez de la mañana. No cabe duda de que estoy aun despierto, desde la noche, quién sabe desde hace cuanto. A mitad de madrugada emergieron los reptiles de los pantanos confusos, intentaron disfrazar unas palabras, pero fue poco feliz, lo tendrías que haber visto. Por lo demás, y como bien sabes, nosotros no buscamos el punto desde este lado del mundo. Siempre nos resultaron más jugosos los paisajes que no existen, las ciudades aun no inventadas, la cama sola con el aroma profundo del encanto compartido y basta, del sabor sabido y basta.

Si éramos dos o mejores antes de conocernos, eso, esa vacuidad astronómica y sencilla, no nos interesa. Así tampoco la innecesaria creación de un fuimos que tal vez nunca seremos. La realidad es que es tarde para hoy pero aun temprano para mañana, y me encuentro otra vez mirando el todo con el extraño sabor a descubrimiento, con esa necesidad copiosa de encontrar maneras de encontrarnos…

Y si amanece y no traigo nada bajo el brazo y caigo quizás a documentar otra emboscada de tormento, no cabe duda de que aun estoy despierto y no me gusta el espejo de esta hora. «Mi enfermedad es un exceso de lucidez» No creo demasiado en eso, no creo demasiado en nada que no fuera a un tiempo libertad y encantamiento, y en cada paso un poco que quite de lo otro y la balanza vacía tambaleando en su afán impostergable de justicia. Y vos seguramente estas durmiendo…

Y seguramente nada sabes de estas palabras que intentan despejar la soledad de los momentos más solos, donde nadie entra y nunca alcanza con encontrar un alguien, pasajero o compañero, algo así como una presencia en un mundo diversamente entretejido de relaciones fugaces, de cantos saturados, de lugares exactos, donde al parecer renacen, al parecer, las nociones del complejo abecedario, situaciones insoportables, personajes parecidos cuando no iguales sacudiendo el mismo instrumentillo dislocado o manoseando las mismas palabras que ni entretenidas.

Lo tendrías que haber visto… Pasó el cuarto de hora y así también pasarán estas palabras, que se meterán por tus ojos de orquídea, hasta las raíces aferradas de tu árbol existencial. Quedará el eco impreciso de las ideas malacostumbradas a la expresión constante. Pero no es una obligación formar sentido. Es por eso que tu vida será igual, antes y después de leer esto que escribo. Pero para evitar incómodas interpretaciones, tengo a bien decir que no soy nadie, y tengo sólo lo que muestro, no tengo nada para darte, y aun así siempre dejaré un brazo o una bocanada de aire fresco, para que tengas la reserva a la ahora de apostar un todo o nada en la partida.

Nunca habrá que encontrar, ni demostrar lo buscado, como así tampoco esperar revelaciones, ni sabrosas manifestaciones llenas de sentido. Será así el extrañamiento, como piedra fundamental de una nueva era de profetas. Todo comienza de nuevo, volver a ver todo los mismos y apostólicos ojos acostumbrados, superar el tiempo melancólico de bares insostenibles en noches interminables, como un abrir y cerrar de ojos, la posibilidad de encontrar un todo absolutamente nuevo, y en la exaltación natural fijar el ritmo desacompasado.

 

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Moisés Elli

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