Aunque durante gobiernos no democráticos el humor es cosa seria, poco se ha estudiado este proceso de la risa en contextos dictatoriales. Con la especialista Mara Burkart, socióloga e investigadora del CONICET, intentamos analizar qué sucedió con las publicaciones de humor gráfico en aquellos años en los  que las botas militares pisaban las presidencias de nuestro continente.

Por Javier Campos

Desde los años sesenta hasta fines de los ochenta, con sus particularidades, diferentes países de América Latina estuvieron bajo el yugo de las dictaduras militares. Es dentro de los marcos sociales, políticos y de conducta que establecieron dichos regímenes, donde surgieron –y desaparecieron– publicaciones que pretendían jugar el rol de voces críticas a partir de la caricatura, la sátira y el humor político. “Publicaciones de humor gráfico que se caracterizaron por constituirse en espacios críticos y desafiantes de la censura, el terror, el olvido y de los proyectos de orden que los militares quisieron imponer; como asimismo, sobresalieron por defender la libertad, fomentar la modernización cultural y cada una a su modo aportó aire fresco en un clima político social marcado por la clausura del espacio público, la violencia política y el terrorismo de Estado. Interpelaron a una clase media culta, urbana, comprometida y ansiosa de libertad”, escribió nuestra entrevistada Mara Burkart en Guillotinas, horcas y verdugos. El terrorismo de Estado en la prensa de humor gráfico de Brasil y Argentina de los años setenta, uno de sus tantos trabajos dedicados a la relación entre aquello que produce risa y los tiempos de las dictaduras. Aquí haremos menciones a sus trabajos, pero a continuación le preguntamos a ella:

¿Por qué creés que se estudió tan poco o se le dio poca importancia a esto del humor gráfico y la dictadura?

Básicamente tiene que ver con necesidades políticas. En los años ochenta, cuando se da la transición democrática y el ámbito universitario se reactiva, desde los intelectuales y los académicos hay primero una preocupación por recuperar toda la trama destruida por la dictadura y ahí existe un mayor interés –en términos de preocupación– en pensar aquellas figuras vinculadas a la resistencia propiamente dicha.

Más hacia una investigación del periodismo militante…

Por ahí va me parece, con Rodolfo Walsh en relación al periodismo, además de otras figuras, casi marginales. Entonces se va generando una idea de que la resistencia a la dictadura se forjó en espacios más micros: la Revista Punto de Vista para el sector intelectual y otros tipos de expresiones más under.

¿Y eso qué provoca?

Se inspira que la cultura masiva fue complaciente con el régimen y se piensa en los grandes medios gráficos, como Clarín. Pero había otros diarios más militantemente pro dictadura. La lectura de Clarín es desde un hoy. Y en esa disyuntiva queda, por ejemplo, la Revista Humor, que es en realidad una excepción a esa idea de que la cultura masiva es complaciente. En esa mirada dicotómica donde lo micro o lo under son la resistencia y lo masivo es lo complaciente, Humor es como una anomalía.

14247824Humor Registrado, la mítica revista argentina  (continuadora de la tradición de Tía Vicenta, Satiricón y Hortensia, entre otras), apareció en 1978. Y en palabras de la investigadora del CONICET, “surgió en el momento de una primera y muy tibia distensión del régimen. Ahora bien, este aflojamiento tampoco significaba que estuviera dado el contexto para la existencia de una publicación de humor político independiente. Más si se toma en cuenta que entre 1974 y 1977 otros proyectos editoriales habían sido clausurados. Durante los años de la dictadura militar, Humor Registrado atravesó un proceso de transformación por el cual pasó de ser una revista de humor gráfico a convertirse, en aparente paradoja, en una revista satírica seria y políticamente comprometida”.

Entonces, si analizamos el contexto, aquel presente argentino… ¿Se puede considerar a estas publicaciones como de “resistencia” a los milicos?

En mi caso, no uso mucho ese término porque me genera un poco de ruido. Porque resistir, resistir, sí lo hizo Walsh. O Las Madres de Plaza de Mayo, poniendo el cuerpo de una forma… yendo los jueves a dar vueltas a la pirámide, o metiéndose en todos lados a preguntar por sus hijos. Yo uso la definición de espacio crítico para estas revistas, porque sí fue resistencia en cuanto a oposición, a no aceptación del estado de cosas imperantes.

También Humor y O Pasquim, por citar a dos, fueron bastante ácidas como para solo pensarlas críticas…

En el caso de la revista Humor no la considero una publicación que haya estado a la vanguardia de las críticas a la dictadura y eso marca algo importante: Clarín ya criticaba al modelo económico de Martínez de Hoz. Y la tapa número uno, donde aparece la caricatura “Menotti de Hoz” se suma a un coro de voces que ya estaba en contra de la política del ministro. Lo mismo con la denuncia a la censura, también se vuelve más fuerte a partir de que Clarín publica en el 79 la nota célebre “Desventuras en el País jardín de infantes”, de María Elena Walsh.

“La caricatura busca denigrar el poder, sacarle cierta aura impoluta, para lograr desenmascarar que detrás de ese halo de poder hay personas con bajezas y defectos graves. Eso es lo que al poderoso no le gusta.”
¿Era una estrategia, un instinto para sobrevivir editorialmente hablando?

Exactamente, porque a partir de esos diferentes hechos Humor encuentra una grieta posible y ahí profundiza. Esto es lo que caracteriza a la revista: estuvo muy atenta a las voces críticas que aparecían y las utilizó de forma muy coherente, pero solapada. Casi mostrándose incoherente.

Hay un elemento importante que nombrás en tu trabajo, y es cómo jugó Humor dentro de la interna militar. ¿Cuán determinante fue ese rol?

Resultó clave porque la revista se fue filtrando en la interna militar y fue lo que le permitió sobrevivir. Seguramente no resultó voluntario ni premeditado, pero sí comenzó a utilizarlo y supo cómo manejar los tiempos de la política y la caricatura: generalmente dibujaban y alternaban el sector del ejército al que pegarle: una vez al sector duro, otra vez al blando. Sin embargo, todo esto no evitó las amenazas, las citaciones, las persecuciones o el intento de clausura que sufrió por parte del general Harguindeguy en el 81, cuando se sintió ofendido por una caricatura.

IMG_0172edInteresante para pensar el caso Clarín y su sección de humor; vos exponés que es allí donde inicialmente se caricaturiza a los popes militares.

-Sí, concuerdo, y cito a Florencia Levín, que hizo un gran trabajo sobre humor gráfico en el diario Clarín y expresa que las páginas de humor mantuvieron autonomía respecto a la línea editorial. Yo sostengo que en el 78 se genera una primera y pequeña distensión en el aparato represivo de la dictadura, un aflojamiento muy leve –no hay que exagerarlo-, pero hay mayor permisividad producto del contexto del Campeonato Mundial de Fútbol.

¿Debido a la exposición internacional?

Claro, hay mucha presión sobre el país y los militares quieren dar cierta imagen, que muestre una nación con libertad de expresión, de derechos. En ese contexto, Clarín puede permitir que Sábat publique una caricatura de Videla. Esto tuvo un correlato interesante para la Revista Humor: significó el momento propicio para aparecer y no ser clausurada al número siguiente. Clarín era un diario sólido, afín al gobierno, a pesar que hay una época en la cual es crítico de la política económica.

En tus investigaciones relatás el caso de O Pasquim, una revista brasileña que se inscribe en esta corriente humorística, a la izquierda de Humor Registrado. ¿Qué era O Pasquim concretamente?

O Pasquim sí estaba marcadamente en esa cultura de izquierdas, a la vez que inmersa en un sector más marginal. Se organizó en torno a un espacio insolente o, mejor dicho, irreverente. Con chistes incluso machistas, por lo que era una revista polifónica y ambigua. Se la podría comparar con Satiricón. Desafiaba a la censura y a los propósitos de imponer ese tan mentando orden que querían los militares y así irrumpió como un espacio crítico que aportó un aire renovado, fresco, en un clima político y social signado por un espacio público incomunicado y una fuerte violencia política.

Que además los tocó muy de cerca; quizás acá sí se puede hablar de resistencia.

“Humor se fue filtrando en la interna militar y fue lo que le permitió sobrevivir. Seguramente no resultó voluntario ni premeditado, pero sí comenzó a utilizarlo y supo cómo manejar los tiempos de la política y la caricatura: generalmente dibujaban y alternaban el sector del ejército al que pegarle”
No lo sé, es complejo. Pero sí, muy de cerca. A los que conformaban O Pasquim los persiguieron, tuvieron censura previa durante casi cinco años y los amenazaron durante mucho tiempo hasta que finalmente pusieron una bomba para matarlos. Por suerte no explotó, pero igualmente a varios de los integrantes los llevaron a la cárcel por algunos meses.

Basta repasar algunas de las tapas y dibujos para ver la genialidad en contexto. En algunas de ellas, militares en patineta, ahogándose o en la cama con aliados y rivales de turno. En otras, un torturador haciendo su trabajo de represión y violencia en plena sala hogareña, y su esposa diciéndole “odio cuando traes tarea al hogar”, o también, un detenido leyéndole a otro: “No, no es el indulto, dice felices fiestas”. Son algunas de las formas diferentes de marcar realidades y de proponer espacios de distensión.

Pero ¿qué genera el humor, en algunos casos, cuando se dispone a atacar al poder en plena dictadura, cuando señala a aquellos que son los responsables de practicar el terror? En Caricatura política en el cono sur, entre la radicalización política y las dictaduras militares, Mara Burkart asevera: “Tanto la producción de placer como el sentimiento de superioridad, la complicidad o cohesión así como también la función educativa de la caricatura cobran ribetes particulares e interesantes bajo coyunturas autoritarias y dictatoriales en las cuales el espacio público se ve fuertemente restringido y controlado, donde el miedo es impuesto y genera autocensuras y retraimiento en la sociabilidad, y donde políticas represivas torturan, desaparecen y asesinan a personas así como también tradiciones, símbolos, discursos e imágenes. Bajo el imperio del miedo y del terror, la complicidad y el sentimiento de superioridad que genera entre las clases subalternas reírse de una misma que caricaturiza a quien detenta el poder de modo dictatorial tiene el plus de convertirse en acto político, micro y cotidiano pero acto político al fin. También es un gesto de rebeldía incluso de resistencia el placer que una imagen cómica genera ante regímenes que procurar controlar y limitar el placer de los individuos”.  Y a nosotros, nos responde lo siguiente:

Imagen 4(6)¿Qué provocan el humor satírico o la caricatura política en las víctimas, en quienes son atacados, que los impulsa a censurar una publicación o directamente matar a sus autores?

Hay muchas definiciones que podríamos enumerar, como la que propone Freud: “uno puede volver cómica a una persona para hacerla despreciable, para restarle títulos de dignidad y autoridad”, pero antes hay que establecer que el uso de lo cómico es como un arma contra un enemigo. La caricatura busca denigrar el poder, sacarle cierta aura impoluta, para lograr desenmascarar que detrás de ese halo de poder hay personas con bajezas y defectos graves. Eso es lo que al poderoso no le gusta.

Y a eso se le suma la crítica concretamente política, porque no es sólo un enojo debido a una caricatura que los muestra feos.

Sí, y también están aquellos que sí toleran y hacen que el humor sea menos efectivo. Isabel Perón, por ejemplo, no toleraba ninguna voz disidente, entonces surgía efecto. La caricatura es un arma política eficaz porque expresa un sentido crítico, opositor y se vuelve hasta moral. Otra buena definición es la que da Gombrich cuando dice que el secreto de una buena caricatura es “ofrecer una fisonomía, una interpretación que nunca podremos olvidar y que la víctima parecerá acarrear siempre, como un embrujado”’.

“O Pasquim sí estaba marcadamente en esa cultura de izquierdas, a la vez que inmersa en un sector más marginal. A los que conformaban O Pasquim los persiguieron, tuvieron censura previa durante casi cinco años y los amenazaron durante mucho tiempo hasta que finalmente pusieron una bomba para matarlos”
 ¿A quién iba dirigido, políticamente hablando, el tipo de humor que se encuentra en estas revistas que mencionamos, y cómo interpelaba a estos sectores?

Esto reúne a muchos, por un lado a gente que, como los que lo hacen, saben lo que pasa y encuentran en el humor alguien que expresa lo que están sintiendo en forma privada. Recordemos que la dictadura rompe los lazos sociales, destruye ámbitos de sociabilidad y eso es clave, todo se vuelve privado. Mucho malestar, debates o pensamientos se daban en esta última forma no pública.

Era consumir en público aquello que estaba prohibido decir.

Sí, porque las revistas de humor, con sus limitaciones y generalmente sin ser vanguardias, hicieron públicas las voces críticas, reuniendo básicamente a los que estaban convencidos de lo que estaba pasando y cooptando a muchos otros, quienes mediante el humor comenzaron a cuestionarse lo que sucedía. El humor tiene también una instancia pedagógica o de mostrar algo más, un poco más que lo se dibuja o se dice, y permite ser crítico.

Igualmente, en algunos chistes había que estar atento a ese otro mensaje que se intentaba dar…

Depende mucho del lector, de su capacidad. Por ejemplo, Humor parte desde ahí: del lector inteligente, activo, que lee entrelineas y cuestiona. Es la diferencia con otros productos de la cultura masiva complaciente: no iba a dar lo fácil, quería que pienses.

Y en definitiva lo logró.

Porque se volvió atractiva para cierto sector de la clase media que se identificó con la forma… Lo que después fue el progresismo cultural. Son los lectores que luego encontraron en Página/12 otro espacio. Hubo en dictadura otros lugares donde también se intentó, más intelectuales. Pero la revista Humor lo hizo desde un lugar más masivo y en un género más bien marginal, que es el humor gráfico.

¿En ese proceso se dio la “migración de la credibilidad” de la que hablás en tus trabajos y en la que fueron participes necesarias las revistas de humor?

Tuvieron una tarea de, más bien, cohesionar y fortalecer una identidad entre los ya convencidos. Apuntaban más a quienes no se sentían identificados por las versiones y representaciones oficiales y oficialistas del “combate de la subversión”. Y en este sentido, las figuras y representaciones sin duda empujaron para generar esa pérdida de adhesión, por parte de los sujetos que decíamos antes, para con aquellas instituciones que en el pasado les resultaban creíbles y con autoridad: sean las fuerzas armadas, los ministros civiles, las instituciones religiosas o las figuras del espectáculo o el deporte.

“Lo que sí marca aquel momento y aquellos elementos es que no hay desaparecidos, no existe en aquel momento esa figura. La denuncia era: están matando gente.”
 Hay un dato interesante que sobresale en tus trabajos y es la iconografía utilizada para mostrar la violencia con métodos de la Edad Media, la Inquisición y el terror de la Revolución Francesa.

Sí, estos elementos son parte del despliegue de un humor negro, que tiene una larga tradición en el humor gráfico argentino y ya a nivel occidental, te diría. En Brasil también se encuentran estos diseños. Y en el contexto que se eligen publicar, hay una idea clara de denunciar e interpretar la violencia del estado.

image¿Pero intenta mostrar algo también respecto de otras dictaduras anteriores?

Si uno mira una revista como Humor y la compara con las anteriores, se nota el sentido que se le quería dar a algo que no sucedía de tal forma en las dictaduras anteriores, mostrando que es el Estado que está matando. Por eso la guillotina y el verdugo, imágenes que son conocidas y entendibles. Señales con las que por otro lado se intenta decir algo que quizá no se puede poner en palabras o da miedo decirlo.

Sobresaliente tanto en O pasquim, como en Humor, el rol del verdugo…

Si pensamos en el verdugo, alguien encapuchado que es mandado, vemos que representa la jerarquización, las ordenes. Y las fuerzas militares tienen eso de cúpula y bajada de órdenes. Lo que sí marca aquel momento y aquellos elementos es que no hay desaparecidos, no existe en aquel momento esa figura. La denuncia era: están matando gente.

Parece que fue difícil, entonces, generar humor, denuncia, crítica, todo al mismo tiempo y en aquellos años…

Es que en esos contextos, las revistas de humor aportaron también espacios de distensión, de relajamiento. Poder reírse de uno mismo, pero uno mismo como sociedad. La revista satírica se ríe del otro y en la humorística, según Freud, uno se ríe de uno mismo, pero esto es analítico.

¿Y en la realidad, en lo cotidiano?

La sátira también es sobre uno, porque en aquel momento todos eran gobernados por esos tiranos y tenían responsabilidad social. Funcionó también como forma superadora y de alivio, como cuando se dice: “tomémoslo con humor”. Y en aquel momento era una especie de oasis, lo cual no significaba tener una mirada banal y frívola, porque la risa tiene una instancia crítica y de reflexión, de reírse para seguir adelante. A veces, tomar posturas serias y solemnes tampoco ayuda demasiado.

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Javier Campos
es periodista deportivo, pero se mueve entre unidades básicas, centros culturales y comités políticos. Se reivindica como el cumbiero que toda revista progre debe tener, y rosquea con eso para no perder su lugar exclusivo. Cree —fervientemente— que cuando la izquierda empezó a escuchar cumbia, el pueblo ya estaba con el reguetton.

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