Huele a lluvia. Los vecinos de enfrente se preparan con tobosi, ollas y poncherasii; algunos dicen que en sus casas siempre llueve más adentro que afuera. De este lado, en la otra acera, por suerte los techos son robustos. Una de las dos empresas constructoras que levantó este lote de casas por hileras utilizó un comprimido sintético para algunas y las otras las construyó con madera, el material presupuestado.

En la ciudad de Araure, sobre los predios de la hacienda San José, en un lote de 110 hectáreas que el gobierno le compró a un terrateniente, se proyectaron 6.000 casas. Hasta ahora solo se armaron 2.500 para atender las 15.000 solicitudes procesadas desde 1998 por el Plan Bolívar 2000, el año que llegó Chávez para saldar las deudas sociales que se pierden en la historia. Las familias más vulneradas fueron las primeras beneficiadas. Villas del Pilar se fundó un año después y es el complejo urbanístico más grande que se ha levantado en los llanos de Portuguesaiii.

No hizo falta ver crecer una tercera generación para saber que aquí se había asentado una comunidad y al mismo tiempo se había roto con la geometría euclidiana de la antropología social. La guerra venía sacando lo mejor y lo peor de nosotros mismos y lo común pugnaba a dos aguas, como los techos endebles que nos albergan.

AFP/David Maris

Cada vez que llueve, con los pulmones afectados por la erosión y la humedad durante años, los vecinos recuerdan la madre al empresario que los estafó. Por estos lados, la gente llegó con una mano adelante y la otra atrás, pero el Estado de bienestar les hizo olvidar durante una década que la guerra siempre fue contra los pobres.

Del conucoiv, a la abuela Ligia, sólo le quedan recuerdos. Son como fábulas que se filtran en el delirio de sus días contados: los de la Calle 15 aprendieron a sacarle provecho a todo o, mejor dicho, a casi todo. A los 74, la abuela lleva superadas sus propias expectativas de vida. Cuando llegó aquí, hace 14 años, ni a ella ni a nadie le importaban las matemáticas del Estado; menos importan ahora, con la economía convertida en el estopínv de una guerra silenciosa que fustiga y abre los estómagos cada mañana para reinventarse la trama y poder echarle algo al saco.

Hace tres años los cubanos le diagnosticaron un cáncer que terminó por colmarle los huesos y nadie pensaba que llegaría al año nuevo. Postrada y bajo el cuidado de su hija y su nieta, sus cuentos de infancia animalera y campesina se convierten rápidamente en datos que la niña grita por la ventana para jugarlos a “La Granjita”, la lotería online que se juega sobre un tablero digital de animales que hacen las veces de números. Todos los chamos de la cuadra le apuestan a diario. Como un avatar de la autoconstrucción y la incertidumbre, aquel corral de pichones ludópatas pasan por la bodega improvisada del inspector Acevedo para anotarse un animalito cada vez que les llega una moneda.

Si algo sabe el inspector, devoto de Santa Bárbara, es que lo que está al margen de la ley se paga en efectivo, porque la ausencia de los billetes es el otro bussines: se venden al doble de su propia denominación. Cuando decidió abrir la bodega, lo hizo con la comida y los productos que iban quedando después de cada decomiso; ahora la mantiene con lo que puede transar entre la policía y la Guardiavi, quienes a su vez transan con los empresarios, proveedores y bachaquerosvii para revender y distribuir a un sobreprecio 10.000 veces superior. Por lo general, la venta de víveres —incluso de un refresco de botella o una galleta— se abona con antelación a través de una transferencia bancaria a la cuenta del bodeguero, que corrobora el pago al retirar el pedido mediante una captura de pantalla o a través de una imagen enviada por WhatsApp.

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El Gordo Alex, cada vez más gordo, hace menos de un año tuvo una revelación, un “emprendimiento”: terminar de cagarse en el resto de los vecinos. Sus pretensiones se patentaron en “El Club de los Pobres”, como llamó a su bodega, la más apertrechada de la zona. La construyó en un intersticio de unos quince metros cuadrados que dan a la calle principal, lo que la vuelve no solo un punto de referencia sino la más concurrida.

Al principio pensó en cobrar una especie de membresía para dar descuento a los “socios”, pero las buenas intenciones no pasaron de ser una oferta engañosa. En ese pequeño espacio vende desde fregaderos fulgurantes, que cuelgan como jamones de tasca española, hasta condones que te hacen preguntar si embarazarse sale más barato que comprarlos.

Al principio, cuando la gente se fue arrimando, montando campamentos, invadiendo los terrenos, buscando una solución habitacional, el Gordo se cargó la plata y la esperanza de más de uno, ofreciendo casas que no se construyeron. Ahora descubrió una fórmula como empleador que rápidamente copiaron otros bodegueros: contratar a los carajitos enviciados con la lotería online para atender la bodega. En la reja por donde se despacha, cuelga un aviso escrito a mano en cartulina anaranjada fosforescente (el color que ningún marginal como uno pasaría desapercibido).

Dice: “La envidia mata. Hoy no se fía, mañana tampoco”.

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Danuvys es una mulata llanera, aindiada, con un alisado asiático que le roza las nalgas —y la libido a cualquiera. Arrastra decepciones acumuladas como arrastró materias desde que desertó del liceo, aunque en materia de fe le fue siempre mejor. Primero fue santera pero después se le ocurrió que la paleríaviii —la religión de los malandras serios— le traería resultados más rápidos y por eso el año pasado comenzó a comunicarse por línea privada con los muertos.

Su corazón, como su gran culo, se debate entre el amor malandro y el amor policía; en 2017 decidió particionarlos y por primera vez mantener dos relaciones simultáneas. Con el malandro, que le paga el alquiler, representa sus fantasías de “Rosita”, la muñeca de la mafiaix; el policía, 23 años mayor, le trae la comida por sacos. De niña vivió con su madre y sus hermanos en la última calle del sector 2; gracias a sus “aspiraciones” hoy vive sola siete cuadras más arriba.

En la ventana del cuarto donde tiene el altar de Palo Mayombex montó su bodega y desde allí vende lo que le llega: arroz, granos, aceite y cripixi. Cada mañana revisa el precio del dólar paralelo antes de encomendarse a quien llama “La Rusa”; de ella saca la fuerza para frentear los coñazos de la vida y los que le propinan sus parejas. Es que, como todos, Danuvys sabe que la inflación baila al son del paralelo: en los dos primeros meses del año el dólar duplicó su valor y sobre este operador foráneo atina el precio de sus productos.

El valor del dólar paralelo es el artífice más eficiente de la guerra contra la estabilidad económica y emocional de un pueblo que resiste los embates del hambre y la crisis normalizada como parte de la vida nacional. El año nuevo llegó, otra vez, con un abrazo asfixiante. Las sanciones del Departamento del Tesoro de los EEUU al sistema financiero venezolano terminaron de nebulizar la liquidez del efectivo en circulación. Los bodegueros son solo el último eslabón en esta sucesión perversa de acciones difusas de guerra no convencional.

Reuters/Marco Bello

Hay, todavía, quienes resisten como pueden a la especulación. Como por ejemplo los panaderos comunitarios, que intentan precios justos sin desmejorar la calidad de sus productos. Las ganancias son mínimas: programan horarios de venta y dos horas antes de que empiecen a hornear ya se arma la cola de gente frente a sus panaderías.

Los que pagan en efectivo tienen el privilegio de no esperar. Donde antes se pesaba el pan, ahora se pesan los billetes: 100 billetes, independientemente de su denominación, pesan 110 gramos. Así, seis fajos de 100 bolívares y dos fajos de 50 bolívares equivalen a seis canillasxii, que alcanzarán para la cena y el desayuno de mañana.

La lluvia ya llegó a Villa del Pilar y ahora la cola se mueve con una lentitud insoportablemente encharcada. De repente, una conversación queda interrumpida en esta frase:

—Hasta dónde hemos llegado.

Los que sabemos que la dignidad es otra cosa, más que un tarugo de pan, alzamos los ojos: por un segundo nos buscamos, nos encontramos, nos reconocemos. Y entonces seguimos masticando la espera sin decir palabra.

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i Baldes.
ii Palanganas.
iii Uno de los 23 estados venezolanos.
iv Pequeña huerta.
v Pequeña carga explosiva que activa una carga mayor.
vi La Guardia Nacional Bolivariana, uno de los cuatro componentes de las FFAA venezolanas.
vii Quienes compran mercaderías a precio subsidiado, generalmente alimentos o bienes de primera necesidad, para luego exportarlos o revenderlos a mayor precio en el mercado negro.
viii Religión de orígenes bantúes, que llegó al Caribe con los esclavos traídos de África Central.
ix Conocida como “Rosita”, por su personaje en una serie televisiva, Jimena Araya es una modelo y actriz que presuntamente mantuvo vínculos con varios personajes del hampa.
x Rama de la religión palera.
xi Marihuana.
xii Panes tipo flauta o baguette.

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