Mariana Carbajal es una periodista visceral, una voz indispensable a la hora de pensar las problemáticas de género. Y en esta entrevista Mara Yáñez la hizo hablar de todo. La autora de “Maltratadas” desnaturaliza la violencia y explica por qué es necesario seguir avanzando en la conquista de derechos.

Por Mara Yáñez

Fotos: Orlando González

Mariana Carbajal es un referente del periodismo con perspectiva de género. Ha recibido varias distinciones y trabaja en la sección “Sociedad” del diario Página/12. Nos encontramos en un café y allí mismo Mariana demostró su pericia en esto de hacerse un lugar. El café estaba lleno de gente, pero Mariana encontró una mesa y así comenzamos la charla.

El interés se centra en lo que va planteando y el murmullo desaparece. Mariana sabe que la “selección de palabras es un hecho político”, así es que ordena las ideas, no deja frase interrumpida, selecciona qué decir y cómo y lo hace de manera impecable. Pareciera que tiene una pluma por lengua; Mariana Carbajal habla como escribe, y sabemos que sus textos contienen lo suficiente para ser sólidos, precisos y tajantes. Estas características conforman un arma contra el patriarcado, contra los usos y costumbres que atenazan a las mujeres a lugares de subordinación, a esas cárceles de lo doméstico. Aprecia el tiempo, que no malgasta; escribe, hace radio, y tv regularmente.

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Tras muchos años de trabajar en la temática, presentó su último libro Maltratadas donde se replantea preguntas básicas sobre la violencia de género: “El libro apunta a reflexionar cuánto hemos avanzado y lo que falta. Es un esfuerzo colectivo: reúne voces de mujeres que están o estuvieron en situación de violencia, de especialistas, voces de la justicia. Lo fui construyendo a partir de replantearme el abecé sobre la violencia de género: ¿Por qué una mujer se queda en una relación con un hombre que la maltrata? ¿Por qué un hombre maltrata a la mujer que dice amar? ¿Por qué les cuesta tanto a las mujeres salir, cuando toman conciencia? ¿Cuándo hay que denunciar? ¿Siempre? ¿Contribuimos cuando informamos sobre estos temas o a veces puede ser perjudicial el enfoque que le demos como periodistas? “.

El objetivo es aportar a lo que la ley(1) plantea: una vida libre de violencia. Así enumera las funciones que les competen a los medios de comunicación social: “Señalar sistemáticamente el contexto de discriminación histórica hacia las mujeres, la violencia machista. Asimismo estar atentos a los mensajes que se transmiten al contar una noticia: jamás justificar la violencia hacia las mujeres; hablar de femicidios (2), resaltando que son asesinadas por el hecho de ser mujeres, y no de drama o crimen pasional que denota un ‘desborde de amor’ fortaleciendo la idea de amor romántico que tan mal nos hace, en la cual hemos crecido y que nuestras hijas y nuestros hijos siguen creciendo; esta idea que el amor es para toda la vida, que por amor hay que aguantar todo, o que por amor él va a cambiar…”. De esa forma se desliza que “por más bonita que sea la jaula, mejor es la libertad”; y no se trata de un abstracto ni ley moral, pareciera más bien, al contrario, un principio que determina su existir.

Mariana plantea una de las paradojas, a su entender, de la violencia de género: “Muchas veces, ni aun separándose las mujeres pueden vivir una vida libre de violencia. En este sentido es importante que puedan concurrir a grupos de ayuda mutua, tener un abordaje terapéutico fundamentalmente colectivo; eso las fortalece, las ayuda a recuperar la autoestima, a pensar y descubrir que no es un tema de ellas personal, sino que tiene que ver con esa matriz cultural de la histórica discriminación hacia las mujeres, en una sociedad donde algunos hombres consideran a sus parejas o exparejas como parte de sus posesiones; y que el control y la dominación es lo que está atravesando estas relaciones”.

Una obrera del feminismo

Mariana viene sosteniendo un riguroso y sistemático esfuerzo por dar a conocer estas situaciones y en ese mismo movimiento, desnaturalizar situaciones de violencia machista. Se trata de un trabajo constante por desestabilizar las representaciones que invisibilizan los efectos de la sumisión de las mujeres. El propósito de su decir apunta a incomodar, provocar sacudones que despabilen: “Considero que el marco legal, la Ley Nacional con la que contamos es de avanzada; sin embargo subrayo un faltante importante para su concreción: la elaboración y puesta en marcha del Plan Nacional para prevenir, sancionar y erradicar la violencia, para articular políticas a nivel nacional con las provincias, con los municipios. En la medida en que no tengamos la decisión política y los recursos necesarios para pensar integralmente cómo atacamos este problema, lo que se está demostrando es que no hay un interés real en enfrentarlo. Aun cuando cada treinta horas hay un femicidio y en el 63% de los casos a manos de la pareja o expareja. Hace falta voluntad política para convertirlo en un tema prioritario. Son cifras escalofriantes que sin embargo no conmueven. Esto nos demuestra que la violencia hacia las mujeres está naturalizada”.

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—Respecto a la ampliación de derechos de las mujeres, cuáles son las discusiones que considerás que siguen estando relegadas, por fuera de la agenda política?

—El Congreso debe debatir la despenalización del aborto, deberían los legisladores tomar esta temática. Se está obstruyendo un debate en el que la sociedad ha avanzado muchísimo. En la Argentina se hacen quinientos mil abortos al año en la clandestinidad; las mujeres de sectores pobres son las que quedan más expuestas a sufrir riesgos incluso a perder la vida; las mujeres de sectores medios pueden pagar un aborto seguro, es clandestino pero seguro. Hay una gran hipocresía porque a pesar de la criminalización, los abortos se realizan pero de manera clandestina, lo que exige pagar para que sean seguros. El Estado tiene que incluir a esas mujeres que no pueden pagar, garantizarles una atención segura a todas en un hospital, no puede darles la espada; creo que de eso se trata discutir la despenalización del aborto en las primeras doce semanas de gestación como plantea el Proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto (3)”.

—En ese sentido, desde 1921 el Código plantea en el art. 86 (4) que el aborto es legal en determinadas condiciones y sobre todo si la salud de las mujeres está en riesgo. Si consideramos que la OMS, por citar una autoridad normativa internacional, entiende que la salud no se reduce a la “ausencia de enfermedad” sino que deben considerarse los determinantes socioculturales ¿por qué sería necesario legalizarlo?, ¿por qué no entender que determinadas condiciones en las cuales las mujeres eligen abortar estarían dentro de la legalidad?

—Hay médicos y médicas que ya están aplicando esa interpretación amplia, por ejemplo en la provincia de Chubut y están realizando abortos cuando consideran que afecta el proyecto de vida o pone en riesgo la salud sin que sea un riesgo de vida.

Descentrarnos de lo biológico…

—El punto es que si desde 1921 está previsto en el art. 86 y aún tenemos tantas dificultades para su implementación, algo falta. En 2012 se dictó un fallo de la Corte para clarificar que cualquier mujer que resultara embarazada de una violación tenía derecho a interrumpir esa gestación forzosa, porque los médicos tenían miedo de demandas, porque había médicos que las obligaban a tener una autorización judicial. Había jueces que lo prohibían anteponiendo creencias personales al cumplimiento de la ley; y aun con el fallo de la Corte Suprema ha habido casos en los cuales se ha obstruido el acceso al aborto no punible; entonces es necesario una reforma legal que aúne criterios, que no impida interpretaciones para garantizar a las mujeres y a los médicos el cumplimiento de la ley.

carbajal2Ese pareciera ser el nudo, recientemente una niña que no accedió al aborto no punible en el Hospital Mariano y Luciano de la Vega de Moreno, cuando estaba bajo esa figura judicial que no podían teóricamente oponerse desde el Sistema Público de Salud a esa práctica y sin embargo aparecieron todos los obstáculos. Entonces ¿se trata de una cuestión de la ley o de las prácticas surgidas desde esta cultura patriarcal que asevera que el cuerpo de las mujeres no les pertenece?

—En la medida en que haya una ley que sea clara y anule la posibilidad de interpretaciones restrictivas, va a favorecer el acceso; eso no quiere decir que yo hoy diga “si tengo un embarazo que está afectando mi proyecto de vida, tengo que acceder a un aborto no punible” y de hecho, como te decía, muchos médicos están realizando y registrando esos abortos; quedan asentados en las historias clínicas , pero no ocurre con la mayoría de los médicos; entonces en la medida en que tengamos tantas resistencias en los servicios de salud, aun en los casos más flagrantes, casos de violación donde no hay duda de que la mujer tiene derecho a esa interrupción, veo que se hace necesaria una ley que no deje lugar a dudas.

—La cuestión sigue siendo si la decisión tiene que ser médica o es de las mujeres.

—La decisión es de las mujeres, de hecho están accediendo a medicamentos en sus casas (aborto con Misoprostol) con el asesoramiento de otras mujeres que están llevando adelante este tipo de servicio frente a embarazos que no se quieren continuar; ahora el punto es que no todas las mujeres tienen acceso a esta información, no todas las mujeres tienen acceso a la medicación.

—Pero esa sería otra lucha. En todo caso, cómo favorecer la accesibilidad a la información e insumos necesarios.

—Claro, pero en la medida en que vos con una ley despenalices y legalices el aborto, el Estado va a tener que estar obligado a garantizar esas prácticas.

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—¿Qué incluirías como resistencias para lograr la legalización del aborto?

—Creo que hay una falsa creencia que es “piantavotos”y por eso hay resistencia de los sectores políticos para incorporarlo a su agenda parlamentaria. Hay mucho temor de cómo les puede afectar en su pequeño terruño a los legisladores la decisión de apoyar la despenalización del aborto. También en este contexto en que tenemos un Papa argentino seguramente quienes tenían esos temores se les habrán acrecentado. La Iglesia católica hace su lobby, lo ha hecho históricamente y quedó en evidencia cuando fue la discusión del Matrimonio Igualitario donde Bergoglio-Papa Francisco convocó a una Guerra Santa para evitar la sanción de una ley que lo permitiera; con lo cual la Iglesia seguramente siempre hace lobby contra la despenalización y legalización del aborto, pero creo que los legisladores y legisladoras tienen que demostrar su madurez política para abrir el debate de un tema que es realmente una asignatura pendiente de la democracia.

—En este contexto donde el Papa es argentino pareciera más difícil garantizar la condición laica del Estado; que las políticas públicas vayan por un lado y las religiones por otro.

—Sí, deberíamos tender a un Estado laico. Todavía el Estado argentino es de culto católico, por Constitución y ese es un debate que debemos dar. La educación religiosa está subsidiada por el Estado. Es claro que el lobby religioso no debe influir ni en educación, ni en salud ni en ninguna otra política pública. La prédica religiosa tiene que ser en la iglesia, en el templo, pero no sobre las conciencias de quienes deben legislar, o en todo caso no pueden imponer sus preceptos religiosos y morales a la hora de sancionar una ley. Lo importante es que una ley que legalice el aborto no obliga a abortar, solo incluye a las mujeres que hoy están recurriendo al aborto en la clandestinidad con los riesgos que esto tiene. Las consecuencias de los abortos inseguros son la principal causa de muerte materna en la Argentina. Alrededor de cien mujeres pierden la vida anualmente como consecuencia de un aborto inseguro, y muchas más quedan con lesiones de útero, de ovarios. Esto es lo que está en juego: las mujeres de sectores más vulnerables son las que están entregando su vida por una práctica médica que puede ser segura realizada en condiciones seguras; es más peligroso y riesgoso un embarazo que un aborto.

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Fotos: Orlando González

—Queda claramente planteado que el aborto es clandestino para todos pero aquellas mujeres que no tienen solvencia económica pagan la clandestinidad con sus vidas; considerando que no pocas veces los médicos que acceden a realizar un aborto en lo privado son los que se niegan en el sistema público. ¿Favorecería en algo la implementación del Registro de Objetores de Conciencia?

—En los distintos hospitales donde se está haciendo Registro de Objetores de Conciencia lo que aparece como riesgoso es que no se garantiza desde lo público el acceso a derechos y lo que dice la ley es que los médicos pueden ser objetores pero no los establecimientos sanitarios. El Estado debe garantizar en todos los efectores que hagan abortos, que esté previsto el acceso a esa práctica. Y lo que aparece ahora en algunas localidades (Rafaela y Tandil) es que en Servicios de Ginecología y Obstetricia son todos o la mayoría los que se han declarado “Objetores” y en eso sí el Estado no puede permitir esa conducta sin garantizar que haya algún médico que realice la práctica.

—La libertad de credo no puede ir en contra del derecho de las mujeres…

—Claro, el otro día una médica me decía: “Un médico testigo de Jehová no sería admitido en un Servicio de Hemoterapia; entonces ¿por qué aceptamos médicos objetores en servicios de ginecología y obstetricia?” Y no solo al aborto sino que también se oponen a colocar un DIU (Dispositivo Intra Uterino) o realizar ligadura de trompas, prácticas médicas legales en la Argentina; entonces ahí también me parece que hay un debate: hay un derecho, la objeción de conciencia, pero también hay que ver cómo se reglamenta.

—Volviendo a los medios de comunicación y el aborto ¿qué estrategias a nivel comunicacional pueden servir para sacar del manto de oscuridad y silencio en que se encuentran las mujeres que abortan? ¿Cómo generar un discurso que desculpabilice a las mujeres en situación de aborto?  

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—Mirá, en la medida en que el aborto se despenalice es notorio el cambio en las mujeres, eso se vio claramente en el Distrito Federal en México donde se hicieron estudios posteriores que demuestran que al dejar de ser un delito, las mujeres ya no se sentían culpables. Si el Estado me lo permite ¿por qué me voy a sentir culpable? Habría que ver si esta culpabilización no se relaciona directamente con este contexto de criminalización del aborto. El hecho de que sea un delito, que tengas que recurrir a una práctica clandestina te genera mayor culpabilidad. En la medida que despenalizás y el Estado garantiza la práctica, hay un cambio cultural de aceptar la interrupción del embarazo como una práctica médica más.

—Así como en tu libro Maltratadas demostrás lo importante que es no demonizar al hombre violento, maltratador, no presentarlo como un ogro excepcional que vive en una cueva; la mujer que aborta tampoco es una rareza, sabemos los más de quinientos mil abortos anuales que lejos se sitúan de una excepción; ¿suponés que alguna estrategia comunicacional contribuiría a ampliar la legitimación de la práctica, o es una cuestión netamente legislativa?

—En la medida en que los temas se hablan, favorece la aceptación social. Creo que hoy el trabajo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto con todas sus acciones ya hace cinco años ha provocado la despenalización social del aborto. Hay que ser muy hipócrita para condenar a una mujer que ante la desesperación de un embarazo que no quiere continuar, recurre a un aborto. En definitiva todas conocemos a una amiga, una hija, una madre, una misma que en algún momento de su vida tuvo que recurrir a un aborto. Hablar más del tema favorece una mayor empatía. Cuando uno cuenta lo que le pasa o conoce un problema o una persona, le resulta más fácil entenderla, y sí seguramente ha sido en algunos medios una estrategia, lo que pasa que como es una práctica ilegal que está criminalizada que tiene que ver con la intimidad, a veces cuesta que las mujeres cuenten su testimonio.

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—Considerando que como mandato, el destino de las mujeres es ser madres, todo lo que vaya a contramano de esto, no es bien recibido. ¿Cómo politizar el problema del aborto?

—Sí, la maternidad está sacralizada. Hay que ser madre y en ese sentido quien decide interrumpir un embarazo arrasa con todo ese cúmulo de ideas históricamente transmitidas. Pero bueno, tiene que ver con desarmar esos estereotipos, esos mitos que las mujeres nos realizamos a través de la maternidad o somos por ser madres ¿no? En la medida en que rompamos con esos discursos vamos a contribuir a colocar a las mujeres en un plano de igualdad.

—Clandestinidad, muerte, negocio… me suena todo el tiempo a prostitución y trata de personas. Siendo Argentina un país abolicionista ¿cuál es tu postura respecto a considerar a la prostitución un trabajo? y ¿qué te parece la sanción del hombre-prostituyente?

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—Estoy en contra de considerar a la prostitución como trabajo, creo que es la expresión de la violencia sobre las mujeres, de eso no tengo dudas, estoy en contra de regular la prostitución. En general las mujeres que entran en la prostitución lo hacen a una edad muy temprana, cuando no tienen posibilidad de decidir, muchas veces sometidas a abusos sexuales; por lo cual en eso tengo una postura muy tajante, aun reconociendo que es un debate no saldado, que es un debate que apasiona, pero es raro que una mujer que esté en situación de prostitución quiera permanecer en esa situación o que quiera que su hija siga los mismos pasos… Experiencias como la de Suecia que ha penalizado a los varones prostituyentes han sido exitosas en relación con la situación de trata y prostitución; habría que evaluar si están las condicionespara replicar ese tipo de políticas aquí.

—¿Cómo llegaste a la necesidad de que la perspectiva de género atraviese también a los medios de comunicación social?

—Yo también hice un recorrido de aprendizaje, no nací feminista. Fui conociendo el movimiento de mujeres, sus luchas que vienen de décadas, quiénes fueron las pioneras, quiénes siguen trabajando. Para mí fue descubrir otra forma de mirar el mundo. Lo que hace el feminismo y la perspectiva de género contribuye a eso, es mirar el mundo de otra manera. Cuando una se pone esos anteojos es imposible dejar de ver las cosas que una ve: la discriminación, cómo afectan ciertos episodios diferencialmente a las mujeres y a los varones… Creo que es un muy buen ejercicio para trabajar por una sociedad más igualitaria que en definitiva es lo que una pretende ¿no? Una sociedad más igualitaria, más democrática, que incluya.

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